Capítulo XLI

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Alexander

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Alexander

Tuve que actuar rápido y sacar a Camille de Seattle porque recibí información de que Eva había llegado al país desde hace días e intuí que no tardaría en querer ponerse en contacto con ella. Si esa maldita mujer está de vuelta en nuestras vidas sólo significa una cosa; sabe que Camille está conmigo otra vez y no piensa quedarse con los brazos cruzados.

No tengo dudas de que ahora sabe que no fui capaz de mantener esa promesa de mantenerme alejado de ella, con el fin de evitar que dijera algo sobre ese día donde según ella pasó algo, que ahora estoy bastante seguro no sucedió.

Esa fue la razón principal por la cuál le propuse tomarnos unas vacaciones lejos de todo el mundo, más no la única. También estaba el irrefutable hecho de que anhelaba pasar más tiempo a solas con ella y no compartirla con absolutamente nadie. Sólo estar a su lado e intentar olvidarme de los problemas que estoy prácticamente seguro no van a tardar en surgir, sino es que no lo han hecho ya.

Mi único deseo es protegerla de cualquier daño.

No obstante, aunque las vacaciones iban espléndidamente bien y estábamos mejor de lo que lo hemos estado nunca, cometí un error de cálculo y, sin pensar en las consecuencias, sobrepasé sus límites. No me pude aguantar las ganas de pedirle que se casara conmigo, y ella aún no estaba preparada para ello, así que hizo lo que cualquier persona en su lugar y estado mental hubiera hecho: me rechazó.

Me dijo que no quería casarse conmigo.

Debí haber sabido que era demasiado pronto, que necesitaba más tiempo, joder, y ahora siento como si hubiera saboteado todo lo que tenemos.

Como si de alguna manera mis acciones sólo hicieran más grande la brecha entre nosotros. Es exasperante y me está volviendo loco.

Después de soltarse a llorar y decir que no quería casarse conmigo, volvimos al hotel y en cuanto entramos a la habitación, se escabulló de mí y se encerró en el baño durante casi una hora. Pese a que insistí en que me dejara entrar, me dijo que estaba bien y que sólo necesitaba un minuto para ordenar su mente.

Me maldecí por centésima vez por haberla presionado de esa manera y entendiendo que era lo mejor, le permití tener tiempo a solas. Aunque lo único que quería era estar a su lado y no dejarla nunca.

Y cuando por fin se armó de valor y salió del baño, tenía los ojos rojos e hinchados por el llanto. Me sentí peor de lo que ya me sentía, como un jodido miserable. Porque sabía que era culpa mía que llorara y lo odiaba. Odiaba verla deprimida.

Me acerqué a ella sin importarme nada más.

Los dos quedamos frente a frente.

Ella tuvo que inclinar la cabeza hacia atrás porque no era una novedad que la superaba por mucho en altura, pero desde hace tiempo que ya no parecía intimidada por ello; ambos estábamos con las miradas clavadas el uno en el otro. Deduje que no había palabras para explicar lo que sentíamos en ese momento, pero ahora tenía la certeza de que ella me amaba más que a nada y que quizá su negativa a casarse conmigo se debía al miedo.

No Me Sueltes (+18) [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora