Demonios que someten: Segundo libro
Han pasado tres años desde que Camille decidió irse de Seattle, dejando atrás todo lo que la atormentaba y la hacía sufrir con el único propósito de repararse a sí misma y alejarse de la persona que más daño le h...
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Camille
La racionalidad nunca ha sido una de mis virtudes, tiendo hacer cosas cuestionables de las que después me arrepiento. Conmigo nunca se ha aplicado esa frase de "piensa dos veces antes de actuar". Yo siempre suelo hacer lo contrario, que es básicamente actuar y después detenerme a pensar en mis acciones, reflexionando de ellas y dándome cuenta que otra vez he vuelto a meter la pata.
Esta vez no es la excepción.
Y es que por más que intente no culparme a mí misma de todo lo malo que hago, estar postrada enfrente de su mansión solo me incrimina como la autora de mis malas decisiones. Soy yo la que sigue actuando por mero impulso, teniendo esta actitud destructiva y en parte inmadura que me hace hacer cosas impulsivas en donde soy la única perjudicada.
Pero en mi defensa, si es que así se le puede llamar, haber recibido un ramo de rosas de su parte no ayudó a mi cerebro a procesar toda la situación y por esa sencilla razón terminé aquí.
Afuera de uno de los lugares que me duele mucho regresar.
Dispuesta a reclamarle por meterse en mi vida cuando desde hace tiempo que ya no es partícipe de mi historia por decisión propia.
Me siento encerrada en un laberinto donde no encuentro la salida. Es demasiado confuso porque nuestros caminos se separaron hace tres años y por lo menos, yo, no estoy interesada en volver a unirlos de nuevo.
Ambos decidimos ir en direcciones opuestas, más bien, él lo quiso así, pero eso no quita el hecho de que se está tomando demasiados atrevimientos que en vez de parecerme entretenidos o causarme algún atisbo de satisfacción, solo me ponen de mal humor y me hacen querer estrangularlo con mis propias manos.
Y no, no me estoy mintiendo a mi misma.
A veces llega un momento en la vida en el que sólo quieres sentirte en paz, sólo anhelas la tranquilidad de un día soleado y la suave brisa golpeando tu piel. Simplemente no te interesa lidiar con el drama de los demás, solo quieres encogerte hasta hacerte diminuta y que los problemas no tengan los dedos suficientemente largos como para poder alcanzarte.
Pero con Alexander todo es diferente, siempre ha sido así, él me provoca esa sensación de estar bajo el ojo del huracán. Debí saber que regresar a este lugar no sería fácil. Él siempre ha insistido en volver mi vida un completo y jodido caos.
Yo quiero tranquilidad, él es sinónimo de una tormenta arrolladora.
Yo deseo estabilidad, él es la sensación de estar en la cuerda floja.
Yo ansío la luz, él es la oscuridad personificada.
Una oscuridad de la cual ya salí hace tres años.
Y por lo que resta de vida, prefiero mantenerme así, lo suficientemente alejada de él, aunque mis acciones digan lo contrario. Mi cerebro está en el lugar correcto. De eso puedo estar cien por ciento segura. Me voy a mantener firme, esta vez no fallaré, no cuando ya sé cómo termina la historia cuando dejo que el corazón tome el mando.