Camille—Si te atreves a salir por esa maldita puerta, te juro que no me temblará la mano para refundirlos en la cárcel —advierte cuando se percata de mis intenciones de salir huyendo, tras escuchar lo que acaba de decir—, sabes que no estoy jugando. No me hagas hacer algo de lo que después te lamentarás —la aspereza que emplea su voz me produce escalofríos por lo cual me detengo en seco.
Tiene ese ápice de frialdad e indiferencia que me recuerda al antiguo Alexander que tanto repudio.
Resoplo cansada antes de volverme hacia él, tratando de contener las ganas de golpearlo nuevamente.
Principalmente porque es un jodido hijo de puta al hacerme esto, no me cabe en la cabeza que es lo que gana exactamente con esta situación. Es una maldita locura y que él sea el autor de esta maniobra para volver a tenerme bajo su control me quema hasta la piel.
Sabe que no voy a permitir que los hunda, y se está aprovechando de es. Me tiene en sus manos. Otra vez vuelvo a convertirme en su maldito títere con el que puede jugar y manejar a su antojo.
—¿Por qué me haces esto, eh? —pregunto furiosa, cansada también, intentando llenar mis pulmones de aire—. ¿Qué es lo que ganas? —inquiero, a punto de un colapso.
Él ladea una sonrisa, mostrándome la perfecta alineación de su dentadura. Finge estar entretenido conmigo y lo que me hace, pero juzgando por el tiempo que nos conocemos, sé que es una simple máscara que oculta el demonio que lleva por dentro.
Alexander sólo quiere lograr su cometido y esta vez me encuentro en desventaja porque no sé que es. O tal vez sí, pero me niego a reconocerlo en voz alta.
—¡Habla de una buena vez! —exploto ante su silencio.
Cuando sus ojos se oscurecen al encontrarse con los míos, una especie de explosión me sacude por completo y siento que mi cuerpo se estremece.
—Fácil, necesito una fotógrafa —espeta con simpleza, sus ojos siguen puestos sobre los míos, me observan esperando una reacción.
Lo aniquilo con la mirada por su descaro, me enoja que me crea tan estúpida, no soy la misma idiota que caerá a sus pies como lo hice hace tres años.
—Sabes perfectamente que no soy la única fotógrafa en Seattle —dejo escapar una exhalación, implorando paciencia—. Hay miles de personas en el mundo que morirían por trabajar contigo, no tiene porque ser exactamente yo —increpo con obviedad, alimentando su maldito ego; él imbécil solo se encoge de hombros, soltando un suspiro que me da la razón.
Un brillo de diversión le ilumina el rostro y entonces suelta una pequeña risa.
Al parecer la escena le causa mucha gracia. A mi no, en absoluto. Solo quiero tirarme al piso, hacerme un ovillo y echarme a llorar como una niña pequeña, me siento demasiado frustrada. Los sentimientos me están sobrepasando y eso es algo que no sopesé al venir aquí.
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No Me Sueltes (+18) [En proceso]
RomanceDemonios que someten: Segundo libro Han pasado tres años desde que Camille decidió irse de Seattle, dejando atrás todo lo que la atormentaba y la hacía sufrir con el único propósito de repararse a sí misma y alejarse de la persona que más daño le h...