Capítulo XLIII

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Camille

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Camille

Me quedo mirando fijamente las dos líneas rojas que sobresalen en la prueba que acabo de realizar, notando una severa obstrucción en la garganta y esa sensación familiar de inquietud acentuándose en la boca de mi estómago. Mi corazón se encuentra paralizado y también tengo la cabeza hecha un completo lío. Y no es para menos.

Debido a los síntomas que llevo experimentando desde hace una semana y el retraso de más de catorce días que indica el calendario en mi móvil, esperaba este resultado. Más bien, lo sospechaba. Aunque debo de admitir que una parte de mí deseaba estar equivocada.

Siento que este no es el momento adecuado. No lo es.

Paso saliva con dificultad y, sin saber qué impulso me arrebata, me coloco una mano en mi bajo vientre, sintiéndome extraña en mi propia piel y reconociendo esa enorme oleada de miedo, que me invade desde lo más profundo de mi ser tras haber confirmado mis sospechas.

No puedo culpar a nadie más que a mí misma, tuve relaciones sexuales sin protección más veces de las que puedo contar y confié estúpidamente en la píldora matutina, cuando aquello no debe utilizarse cómo un método anticonceptivo. Fui demasiado irresponsable con mis acciones y ahora tengo que afrontarlo. Tengo que hacer algo al respecto.

Aunque todavía no sé exactamente qué.

Se me escapa un suspiro tembloroso mientras pienso en lo que debo hacer con esta inesperada noticia que ha ocasionado un revuelo en mí, sin embargo, dos toques a la puerta me arrancan de mis aturullados pensamientos.

Doy un respingo por la sorpresa y me obligo a tomar un respiro mientras sacudo la cabeza, con la intención de salir del trance en que me encuentro. Reparo la prueba que tengo en manos con el corazón acelerado y opto por esconderla en el fondo del cesto de basura, asegurándome de que él no pueda encontrarla. Es lo mejor por ahora.

Todavía existen problemas que necesitamos resolver antes de siquiera considerar esta posibilidad, pero a pesar de todo, me hace feliz saberlo.

Nerviosa, me dispongo a encender la llave del agua y me mojo las manos para después humedecer mis descoloridas mejillas. Estoy bastante pálida, de seguro se debe a que no me sentó nada bien la noticia. Compruebo mi aspecto en el espejo una vez más e intento fingir una sonrisa, pese a sentirme como si estuviera haciendo algo malo al ocultar esto que no sólo me concierne a mi.

Más no me permito darle más vueltas al asunto en mi cabeza y, pretendiendo que nada sucede, me encamino para abrir la puerta.

—¿Está todo bien? Llevas más de media hora aquí y le has puesto seguro a la puerta.

La alta figura de Alexander, vistiendo solo un pantalón deportivo, se abre paso por el baño, empequeñeciendo el lugar como de costumbre. Se posiciona por detrás mío y me envuelve en sus brazos antes de inclinarse y depositar un suave beso en mi cuello, mientras pasea su nariz a lo largo de mi mandíbula, absorbiendo mi aroma.

No Me Sueltes (+18) [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora