AlexanderLa rabia reemplaza la sangre que corre por mis venas mientras flexiono los brazos, de manera que recargo mis codos sobre la mesa de cristal que tengo enfrente para poder encontrar un maldito soporte. Cuando eso no me ayuda, me obligo a inhalar profundamente y de manera involuntaria tenso la mandíbula, deseando por primera vez no perder los estribos con este par de idiotas que no hacen más que enfurecerme.
Si hay algo que odio más que las mentiras es que la gente me haga perder el tiempo.
El tiempo es lo único que no puedo comprar.
—Me podrían explicar cómo está eso de que no firmarán el contrato —inquiero, mi voz es una simple pero grave advertencia—, si no me equivoco, todo está establecido para el día de hoy —replico fastidiado, estoy dando mi último esfuerzo para no perder la poca cordura que yace dentro de mí.
El sujeto que tengo enfrente no se atreve a mirarme a los ojos, no espera a que diga otra palabra para apartar la mirada a un punto incierto de la oficina, percibo mi espalda tensarse a medida que transcurren los minutos. Ambos saben que están jodiendo un negocio que nos puede beneficiar y que promete darnos ganancias multimillonarias.
Los inspecciono con la mirada, me percato de su desconfianza, sin embargo, su compañero no es tan cobarde, él si me observa fijamente pero se abstiene de decir algo relevante al tema.
—Le sugiero ser más razonable, señor Rosselló, no es nada personal con usted, pero no podemos cerrar el trato después de lo que ha pasado —interviene su compañero, utilizando un calmado tono de voz que solo alimenta mis ganas de golpearlos a ambos por su maldita inutiliza. Quizás lo haga.
Suelto una risa sarcástica mirándolos fijamente, hastiado por no dejar de darme sus estúpidas excusas.
—Y según ustedes, ¿qué es lo que ha pasado? —La irritación es palpable en mi voz. Los veo pasar saliva, nerviosos por el tono amenazante que impongo.
Ambos comparten una mirada sospechosa antes de volver a verme. Ocultan algo. Estoy completamente seguro de eso.
—Su empresa se encuentra bajo investigación, señor Rosselló, entienda que no nos beneficiaría en absoluto asociarnos con usted dada las circunstancias —aclara, haciendo que endurezca el rostro y apriete los puños con fuerza al no saber de qué diablos están hablando.
Me levanto abruptamente de la silla y maldigo a todo mundo, provocando que los presentes se sobresalten. No les tomo importancia. Con mi mano hago el intento de aflojar mi corbata en busca de oxígeno para llenar mis pulmones de aire, pero la tarea se complica al no entender qué está pasando.
—¿¡Cómo que mi empresa está bajo investigación!?¿De qué demonios están hablando? —inquiero perplejo, agravando el sonido de mi voz, que los hace palidecer.
La furia me palpita en las sienes y no soy capaz de digerir lo que acaba de salir de su boca.
Doy infinidad de vueltas en la oficina, que empiezo a creer que estoy a punto de hacer un hoyo en el suelo, pero ni siquiera eso es capaz de distraerme del hecho de que no sé de qué diablos están hablando. Llevo una hora perdida, ya que los "nuevos socios" se han negado a firmar el contrato.
Esto se trata meramente de una formalidad para dar por finalizado el acuerdo que ya concretamos. Nuestros abogados ya se habían reunido con ellos hace unas semanas y todo se sellaría el día de hoy. Pero ahora nada de eso sucederá porque al último momento se han echado para atrás, porque según ellos mi empresa está bajo investigación y ni siquiera estoy al tanto de eso.
Es mi maldita empresa y no estoy enterado de lo que sucede en ella.
No tener las cosas bajo mi control me saca de mis casillas. Y aunque trate de mantenerme sereno, no puedo.
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No Me Sueltes (+18) [En proceso]
RomanceDemonios que someten: Segundo libro Han pasado tres años desde que Camille decidió irse de Seattle, dejando atrás todo lo que la atormentaba y la hacía sufrir con el único propósito de repararse a sí misma y alejarse de la persona que más daño le h...