Camille—Deseo probarte, preciosa —lo escucho susurrar contra mi oído, después de unos segundos sumergidos en el silencio.
Me tiembla la respiración. Estoy absorta en el momento. Sus labios tibios hacen contacto con mi piel fría cuando planta un suave beso sobre mí cuello haciéndome estremecer entera. Pero no comprendo lo que en realidad quiere decir hasta que deshace su agarre de mi cintura y, asegurándose de que haya encontrado un balance, me deposita de nuevo en el suelo.
Trago en seco. Él procede a flexionar las rodillas para ponerse de cuclillas, de manera que su cabeza me roza el estómago. Se me escapa un jadeo en el momento en que comprendo sus intenciones. Los vellos de mi piel se erizan con la anticipación de lo que va a suceder y a lo que no me voy a negar.
—Alexander, yo...
Me sostiene la mirada. Sus ojos brillando lujuriosos.
—¿Quieres decir alguna objeción? —sonríe cómplice.
Siento mi corazón martilleando con fuerza antes de murmurar un tanto agitada:
—No puedo más.
Sin embargo, a pesar de sentirme desequilibrada, quiero que lo haga. Me doy cuenta que lo necesito más que a nada. Quiero todo lo que él quiere hacerme. No lo deseo, lo anhelo con todo mi cuerpo.
—Sé que puedes soportarlo —asevera con voz lúgubre—, lo disfrutarás tanto como yo lo haré. Me aseguraré de ello.
Mi pecho se agita con demasía. Cada rincón de mi cuerpo pide entregarse a él. Ceder. Sólo dejar de poner resistencia.
—Lo sé —suelto el aire con media sonrisa—. Pero creo que aún no me he recuperado del todo—digo sintiendo un ligero temblor que invade mis piernas, gracias a haberme corrido dos veces hace apenas unos cuantos minutos.
—Sólo será una probada —su tono sombrío me debilita—, no sabes cuanto lo necesito, Camille, muero por volver a tener tu sabor en mi boca una vez más.
Contengo la respiración. Sus últimas palabras, que muy bien pueden ser una simple estrategia para lograr que acceda, son las que me convencen. Mi ritmo cardíaco se dispara por las nubes. Le miro fijamente con deseo, una abrumadora oleada de necesidad recorre mi cuerpo, que acaba de desatarse después de lo que hemos hecho.
—¿Entonces a qué esperas, demonio? —Le dirijo una sonrisa con picardía.
Me devuelve el gesto. Una sonrisa astuta plasmada en sus labios. Y cuando se da cuenta de que, a pesar de mi vacilación, no tengo ninguna intención de detenerlo, sus ojos empiezan a nublarse con esa oscuridad y ese profundo anhelo que me dejan sin aliento.
—No pienso detenerme —su advertencia no hace más que intensificar mis ganas—, aunque ruegues por ello. No lo haré.
Tengo la certeza de que no miente. Mi cuerpo tiembla de anticipación, cada fibra que me conforma se estremece al pensar en lo que está a punto de hacer.
ESTÁS LEYENDO
No Me Sueltes (+18) [En proceso]
RomanceDemonios que someten: Segundo libro Han pasado tres años desde que Camille decidió irse de Seattle, dejando atrás todo lo que la atormentaba y la hacía sufrir con el único propósito de repararse a sí misma y alejarse de la persona que más daño le h...