Capítulo XVIII

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Camille 

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Camille 

Lucho contra su boca pero no sé si es por la razón correcta, ya que mi mundo vuelve a reducirse a esos labios agridulces que tanto deseé en algún punto de mi vida.

No entiendo que es lo que sucede con mi cordura, con los principios en los cuales forjé mi vida, porque por más que mi subconsciente me grita "apártate" "aléjate" "huye" todos los sentidos de mi cuerpo se aferran a su boca con una furia desmedida, con ímpetu y vehemencia. No puedo soltarlo. Quizá no quiero. Necesito llenarme de ese sabor que desprende su piel, su boca y desquitarme de todo lo que me ha hecho y que para mi mala suerte, me sigue haciendo.

Porque estoy lejos de aborrecerlo como lo he intentando, tal y como me he propuesto desde aquel día y sé que le estoy fallando a la persona que en realidad me merece, lo tengo muy presente pero no puedo alejarme, no quiero hacerlo, y no entiendo que es esta maldita locura que me extasía el pecho con una infinita emoción y la que hace que mi pulso se acelere con solo el ardiente roce que acaricia la carne de mis labios.

Estoy en llamas y siento que estoy quemándome viva en un fuego que ni siquiera la moralidad puede apagar.

Descontrolada, gimo contra su boca y él suelta un gutural gruñido que me arquea la espalda con ese escalofrío tan conocido. He perdido mi habilidad para pensar con claridad y lo peor que puedo hacer es ceder, sin embargo, en contra de mi voluntad, me pierdo en el torrente de sensaciones que me asaltan; lo saboreo, lento y delicadamente, intento preservar el momento en que sus labios se apoderan de los míos porque sé perfectamente que en el instante en que mis labios abandonen los suyos, volveré a ser la persona que lo repudia con todo su ser y él volverá a ser el jodido demonio de ojos verdes que rompió mi corazón tres años atrás.

Sus grandes manos viajan mis caderas con desesperación, las sostiene con fuerza, aprieta mi piel por encima de la ropa y me estrecha contra su cuerpo que desprende ese calor infernal, restregándome la dura erección que no quiero sentir, no en este instante. Me encuentro hechizada, con sus labios húmedos y ardientes, que no puedo dejar de besarlos como si me pertenecieran.

Estoy reducida al implacable instante que jamás pensé que volvería a ocurrir, no hay una explicación lógica que describa la realidad porque está vez él me sujeta con firmeza y presiento que no tiene intenciones de dejarme ir nunca.

Sus jadeos entrecortados me hielan los sentidos, no reacciono con coherencia y le permito adueñarse de mis pensamientos una vez más y, aunque no lo quiera, pierdo la capacidad de gestionar mis emociones cuando me amasa los muslos y me devora los labios como si estuviera hambriento de mí y no pudiera saciarse, como si el tiempo se hubiera eclipsado para dar paso a una situación que no advertí ni en mis más oscuras pesadillas. Porque este hombre no me pertenece y nunca me ha pertenecido, precisamente por eso tengo que parar esta locura.

O al menos eso me sigo repitiendo, aunque su beso me devuelve al principio de nuestra historia, tiene el mismo deleite que me prende y me enloquece; ningún ápice de delicadeza, solo dolor, frustración, arrebatamiento, que me transmite todo y nada a la vez. Yo también le devuelvo la misma intensidad, le rodeo el cuello con ambas manos queriendo profundizar nuestra unión porque irónicamente siento que vuelvo a respirar aunque este beso me deja con todo menos con eso.

No Me Sueltes (+18) [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora