AlexanderMis ojos no pueden dejar de verla, no me creo capaz de poder apartar la mirada siquiera. No entiendo como puede ser tan hermosa e hipnotizante al mismo tiempo. La inspecciono de pies a cabeza sin molestarme en ocultar mi interés hacia ella, su larga melena castaña le adorna su detallado rostro y resalta esas esmeraldas que me tienen a sus pies.
No quiero incomodarla, claro que no, pero por más que lo intento, no puedo dejar de idolatrarla. La cazadora que lleva puesta acentúa sus pechos, y los jeans ajustados entallan sus piernas, cosa que me hace salivar más de una vez.
Se siente irreal tenerla frente a mí después de todo lo que ha pasado entre nosotros. Apenas han pasado unos días desde nuestro último encuentro en su galería de arte. Sigo teniendo un mal sabor de boca por eso, no puedo entender en qué momento todo lo que teníamos se destruyó en mil pedazos, como acabamos así, porque soy yo el que debió estar a su lado, celebrando sus logros.
No el maldito parásito de Aarón.
Soy yo el que debe estar disfrutando plenamente de su amor, soy yo el que debe poder besarla cuando se le pegue la regalada gana, soy yo el que debe tenerla aunque no me la merezca.
Maldito destino que jamás conspiró a nuestro favor.
Debería decir que estoy sorprendido de verla aquí, pero no es así. Tenerla en mi oficina solo me corrobora que mi plan está marchando por buen camino. Sabía que ella vendría a mi tarde o temprano, la conozco lo suficiente como para saber que lo haría. Y pese a que hubiera deseado que estuviera aquí por otras circunstancias, me alegra de todas formas porque en la guerra y el amor todo se vale...
Puedo sentir su desesperación y rabia mientras me observa con cierto recelo que no logro comprender. Estoy esperando a que diga algo después de lo que le dije.
Quiero que me hable a mí. Lo necesito tanto como se necesita el oxígeno para poder respirar.
La veo pestañear en repetidas ocasiones, nerviosa, y quiero quejarme cuando aparta su mirada de mí, negándome la vista de las esmeraldas que carga en los ojos.
Hago todo lo posible para mantenerme en mi lugar y no invadir su espacio, no ahuyentarla como he hecho tantas veces en el pasado.
Pero la única verdad es que sólo quiero envolver mis brazos alrededor de ella, sostenerla, llenarme profundamente de su aroma a vainilla porque tengo miedo de no acordarme de él. De que lo haya olvidado. Necesito hundirme en ella, volver a sentir su calor y la calidez que emana.
—No tengo tiempo para esperar a que sea el momento indicado y te dignes a decirme lo que quieres —repone después de unos segundos, indignada conmigo, levanto una ceja mientras la ojeo sin disimulo.
—Debí recordar que la paciencia nunca fue una de tus tantas virtudes —esbozo media sonrisa.
Pone los ojos en blanco y es prácticamente inevitable que los recuerdos de cuando hacía eso en mi cama mientras la follaba no golpeen mi ingle.
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No Me Sueltes (+18) [En proceso]
RomanceDemonios que someten: Segundo libro Han pasado tres años desde que Camille decidió irse de Seattle, dejando atrás todo lo que la atormentaba y la hacía sufrir con el único propósito de repararse a sí misma y alejarse de la persona que más daño le h...