Capítulo II

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Camille

Mis palabras hacen eco en las paredes de la casa, retumbando en mis oídos y todo lo que he tratado de guardar en un cofre dentro de mi corazón sale a la superficie de golpe, reviviendo otra vez la herida y el dolor que luché por enterrar hace tres años.

—Mi amor, perdóname... —se acerca a mí enseguida.

Está arrepentido por lo que ha dicho, lo sé, pero no puedo hacer más que retroceder con lágrimas en los ojos, sintiendo como vuelvo a desmoronarme por dentro.

Todo el sufrimiento, las emociones, todo regresa y vuelvo a sentir el aire atascado en el tórax.

—No te atrevas a volver a mencionar a mi padre ni mucho menos a él —le advierto, mi voz impresa en furia; puedo ver cómo las facciones de su rostro se endurecen por la sola mención de "él"—, ¿te queda claro, Aarón? ¡No quiero que los menciones otra vez, maldita sea! Ya te lo dicho varias veces, necesitas empezar a entenderlo —vocifero llena de rabia, que ya no puedo controlar ni mucho menos disimular.

La ira interrumpe la expresión de su rostro y me mira incrédulo. Las cosas se me están yendo de las manos. Trago saliva y desvío la mirada, incapaz de seguir mirándole.

—¿Es eso? —inquiere enojado—, ¿sigues sin superar a ese idiota, Camille? —arremete sin poder creérselo.

Pasa su mano por su cabello rubio. Frustrado por la situación en la que él nos ha puesto, jamás debió tocar un tema que yo le he dicho hasta el cansancio que no lo haga, pero por alguna razón lo sigue haciendo.

—No tiene nada que ver —me defiendo, queriendo sonar segura de mí misma—, sólo estoy harta de siempre decirte que no los menciones y que tú sigas haciéndolo, no me interesa hablar de ellos. Te lo he dicho hasta el cansancio y no entiendo porque diablos los sigues nombrando —respondo agobiada por todo. No estoy mintiendo y lo sabe.

Noto como aprieta los nudillos haciendo que estos se vuelvan blancos por la presión que ejerce.

—¡Necesitas olvidar al imbécil de Alexander! —grita bastante exaltado—, ¿acaso no te acuerdas de todo el daño que te hizo? ¿Tan rápido se te olvidó que te dejó cuándo más lo necesitabas? —pregunta con rencor, enfureciéndome aún más porque todo lo que dice es verdad.

Todas las palabras que salen de su boca son ciertas.

Claro que me acuerdo. Pero simplemente no me importa hablar de él, ya han pasado demasiados años como para recordar a alguien que no vale absolutamente nada.

—Te estas pasando de la raya —le advierto, mirándolo fijamente—, estamos hablando de mi padre no de él, no desvíes el tema para intentar enmascarar tus celos que no tienen ningún fundamento —aclaro con desdén.

Aunque no me lo diga a la cara, sé muy bien que Aarón sigue creyendo que todavía siento algo por él, pero la realidad es otra, todo el amor que sentía se murió cuando él admitió que jugó conmigo. Mi amor por él se acabó.

—¿Estás completamente segura que sólo son celos sin fundamento? —presiona, su respiración se vuelve agitada.

Una oleada de rabia me sacude el cuerpo tras la insinuación en sus palabras.

—¡Ya te dije que ya no siento nada por él! No me interesa más. Deja de insistir en un tema que para mí ya está cerrado.

—No lo está —contraataca con una nota indiferente que me pone peor; lo miro decepcionada—, tienes que saber que Alexander sigue siendo el mismo hijo de puta de siempre. No ha cambiado en absoluto. Y ahora ha dejado a tu padre en la calle —suelta con rencor, recordándome todo lo que ya sé y no sé me debería olvidar.

No Me Sueltes (+18) [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora