CamilleDecir que aborrezco los hospitales sería un eufemismo. Pese a que estamos en una clínica privada, es lo mismo. Un lugar con paredes blancas, con pasillos interminables y sin rastro de vida. Empiezo a sospechar que alguna maldición cayó sobre mí, porque, de una forma u otra, siempre acabo aquí, atrapada y desesperada por salir.
Alexander fue llevado a cirugía tan pronto como llegamos a la clínica. Permaneció inconsciente durante todo el trayecto, y yo me mantuve a su lado en la ambulancia, sosteniendo su mano y rogándole que no me dejara, porque no hemos tenido suficiente tiempo juntos.
No es justo para ninguno de los dos. Necesitamos más tiempo. Todavía no hemos sido felices.
—Se va a poner bien, es un hombre fuerte —me consuela Leonardo, estrechándome con más fuerza entre sus brazos, pero no encuentro ningún tipo de conforte.
—Tiene que hacerlo, tiene que vivir...
—Lo hará, ¿y sabes por qué?
Niego contra su pecho, con el corazón hecho añicos.
—Porque te ama más que a nada —responde—. Ese maldito cabrón no te va a dejar sola ahora que por fin te ha recuperado —añade, seguro de sus palabras, queriendo levantarme los ánimos.
Amortiguo un sollozo, intentando aclararme la voz y sacar las palabras desde lo más profundo de mi ser, aunque parece imposible porque me arde la garganta de tanto llorar.
—Yo también le amo —no le veo sentido a seguir ocultándolo.
—Lo sé, ambos no engañaban a nadie —intenta bromear con tono juguetón, pero sé que él también está asustado, aunque no lo admita.
—¿Tan obvio era? —susurro avergonzada.
Una risa ronca surge de él.
—Bastante obvio, aunque más él que tú. Se la pasa llenándote de atenciones que un jefe no debería tener con una simple empleada. Y digamos que ha reñido a alguno que otro empleado que ha descubierto mirándote cuando tú no te das cuenta. A estas alturas ya sabes que Ava le cuenta todo sobre ti, lo que te gusta y lo que no te gusta de la oficina.
—¿A qué te refieres con ello?
—¿Te acuerdas de que mencionaste que hacía frío en los pasillos porque la temperatura estaba alta? Él se ocupó de ello. ¿Esa vez que te quejaste de que no había agua con gas? Ahora tenemos miles de ellas en cada estancia. ¿Y cuando un compañero de trabajo hizo comentarios misóginos sobre la forma en que conseguiste el trabajo? Presentó su renuncia al día siguiente. Cada problema que se te presenta, él te lo quita de encima y te despeja el camino. Si eso no es amor, entonces no sé qué es.
Oh Dios. ¿Él hizo todo eso por mi? Y ni siquiera me había dado cuenta.
—¿Cómo sabes todo eso?
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No Me Sueltes (+18) [En proceso]
RomanceDemonios que someten: Segundo libro Han pasado tres años desde que Camille decidió irse de Seattle, dejando atrás todo lo que la atormentaba y la hacía sufrir con el único propósito de repararse a sí misma y alejarse de la persona que más daño le h...