Camille—Porque lo hago —admite con agónica aflicción.
Su respuesta me toma desprevenida. No espero que me confiese algo así. Parpadeo con el corazón acelerado. El aire de mis pulmones se vuelve insuficiente y me deja hundida en una sensación de intranquilidad.
—¿Qué es lo que has dicho? —suelto entonces, todavía mareada, perdida, y esa sensación aumenta con los diversos sentimientos de confusión y decepción que me abarrotan, mientras intento enderezarme sobre la camilla sin éxito.
Alexander se percata del gesto de incomodidad que efectúo y rápidamente se levanta de su lugar para ayudarme, sin soltarme la mano. Tiene una expresión preocupada en el rostro. Sus ojos están llenos de ese tormento que no he dejado de vislumbrar desde nuestro primer reencuentro.
Parece que está luchando consigo mismo.
—He dicho —hace una pausa para tomar un respiro hondo, lamentándose—, que te estoy mintiendo. Te he estado mintiendo todo este maldito tiempo —se las arregla para decirlo de nuevo.
Y con esas palabras siento que me presionan el corazón. Me empieza a picar la garganta, noto que me arden los ojos y, aunque me haga la tonta, reconozco esa sensación que empieza a embargarme, pronto voy a llorar. Me voy a volver a derrumbar.
—¿Me estás mintiendo? —Repito, en voz baja, casi sonando patética. Sin embargo, no debería sorprenderme cuando le conozco demasiado bien, pero aún así me siento dolida.
Quiero apartarme, tomar distancia para sopesar lo que acaba de decir. Su agarre en mi mano se tensa, al comprender mis intenciones. Es imposible mantener mis emociones en su sitio cuando me domina por su altura. Ahora que está de pie y yo sigo en la camilla, siento que no puedo moverme, escapar...es jodidamente agobiante.
Mi respiración se torna irregular de una forma que me asusta.
—Estoy mintiendo —repite también él; la seriedad que utiliza se vuelve opresiva. Sus ojos gélidos no se apartan de los míos.
Y aunque nuestras miradas permanecen fijas, sin apartarse la una de la otra, tengo la certeza de que en este preciso momento, los dos no sentimos lo mismo. Yo me encuentro completamente destrozada por el desastre en que se ha convertido mi vida desde ayer, y él parece estar hundido en un interminable sufrimiento, atormentado por sí mismo porque tiene miedo. Demasiado.
Ahora sé por qué. Creo que puedo asegurarlo. Tiene miedo porque me ha estado ocultando algo todo este tiempo. Está aterrado de sincerarse, porque le preocupa mi reacción. Y a mí me aterra que ese secreto acabe destruyéndome más de lo que ya estoy.
Todo lo que queda de mí está en pedazos.
Así que me limito a asentir débilmente con la cabeza, incapaz de atreverme a pedirle la verdad que merezco de su parte, porque sé que esta vez me a doler demasiado y, en este preciso instante, no creo poder soportar el dolor que sé me va a causar su confesión.
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No Me Sueltes (+18) [En proceso]
RomansaDemonios que someten: Segundo libro Han pasado tres años desde que Camille decidió irse de Seattle, dejando atrás todo lo que la atormentaba y la hacía sufrir con el único propósito de repararse a sí misma y alejarse de la persona que más daño le h...