Capítulo VIII

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Camille

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Camille

"Yo nunca te pedí que me amaras"

"Todo lo que pasó entre nosotros fue un error, Camille. Nunca debió suceder nada, nosotros nunca estuvimos destinados a estar juntos como quise hacerme creer."

"Los demonios no se enamoran, debiste saberlo. Yo te lo advertí y no me escuchaste, preciosa"

"No te amo, Camille, nunca te he amado y nunca lo haré"

El recuerdo de las palabras dichas en el pasado me acribilla el alma, el sonido de su gruesa y áspera voz desmorona todos mis muros nuevamente, teniendo muy presente la frialdad y la indiferencia que usó al momento de romperme el corazón. Todo está ahí, en algún rincón de mi mente, regresando de la nada.

Los pensamientos se apilan en mi cabeza mientras que los recuerdos agridulces de lo vivido a su lado me golpean con ímpetu, dejándome con la piel expuesta y el corazón latiendo desbocado por no saber cómo reaccionar ante él. Estoy desorientada y no puedo obviar esta sensación que me grita que es demasiado tarde para escapar.

No obstante, mi subconsciente me grita que salga corriendo y que huya del desastre que está a punto de pasar, pero mi cerebro me dice que no tengo nada que temer porque los sentimientos que tenia hacia él se han extinguido, todas las emociones están enterradas, no queda nada.

Y pese a que la revolución que experimenta mi cuerpo está al límite, por primera vez en la vida no siento la necesidad de correr lejos de él, no tengo ganas de huir, de esconderme.

Esta ves es diferente.

—¡Camille! —el grito de Daniel acapara mi atención, haciendo que desvíe la mirada de esos ojos endemoniadamente verdes, que no dejan de repararme con un atisbo de dolor—, ¿te encuentras bien? Parece que viste a un fantasma. —Comenta, anonadado; puedo percibir la preocupación en su voz.

Permanezco en silencio. Inmóvil. Aunque quiero decirle que no se trata de ningún fantasma, es un demonio. El demonio más peligroso de todos y el cual tiene el potencial de destruirme.

Sam no dice nada, sólo me da una ojeada de pies a cabeza, casi inspeccionando mi repentino cambio, me conoce a la perfección y sabe muy bien que algo anda mal. Se acerca a mí, haciendo a un lado a Aarón quién se desconcierta por la situación. No la detengo, me susurra un "hablaremos después" mientras me quita a Ellie de los brazos, ya que me encuentro temblando y no logro entender la razón.

No discuto con ella, tampoco respondo a lo que me ha dicho Daniel. Mucho menos me atrevo a mirar a Aarón a la cara. Mi respiración se desnivela, haciendo que los nervios me ataquen de manera rápida y no sea capaz de mantener la situación bajo control. Debo ser capaz de no derrumbarme pero nunca antes me había sentido más expuesta como ahora.

Porque no me atrevo a mirar a nadie y me alejo de la multitud, olvidándome que este día debería ser especial y no un completo caos.

—Discúlpenme —es lo último que consigo decir antes de empezar a caminar lejos de ellos, sin darles tiempo de detenerme porque no quiero que lo hagan.

No Me Sueltes (+18) [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora