Alexander—Ya has bebido lo suficiente, Camille —riño, tratando de mantener la voz firme pero sin llegar a ser demasiado brusco. Ella sabe perfectamente cuánto me disgusta verla tomar de manera imprudente.
Se le escapa una especie de gruñido. Me mira con los ojos entornados, sus gruesas pestañas parpadeando pesadamente al intentar enfocar su atención en mí.
—Aún me queda una botella —replica, señalando con la mirada la botella de vodka que descansa sobre la encimera.
Mi paciencia llega a su punto quiebre y un bufido áspero brota de mis labios.
—Tener alcohol a tu disposición no es razón suficiente para consumirlo.
Suspira dramáticamente, un sonido cargado de irritación, y me lanza una mirada fría como clara advertencia para que me calle.
—Deja de regañarme como si fuera una niña.
—Entonces no te comportes como tal.
Pone los ojos en blanco. —Estamos en un país libre y desde hace tiempo que tengo la edad legal para beber, por si se te ha olvidado.
Aprieto la mandíbula ante su tono insolente e incluso venenoso.
—Sabes que no me gusta verte beber.
Se ríe. El sonido que retumba de su garganta es vacío y frío, apenas lo bastante alto como para oírlo. Me escuece en la piel.
—No te pedí que te quedaras —refuta—. Y si no te gusta, ahí está la puerta.
La tensión entre nosotros incrementa. Sé lo que intenta conseguir. Sé que este va a ser un camino difícil, pero incluso si ella explota contra mí varias veces y hace esto mucho más difícil con el fin de que me aleje de ella de una vez por todas, no voy a ceder.
En lugar de caer en sus trampas, respiro hondo y sostengo nuestras miradas, luchando contra el instinto de acortar la distancia que nos separa y estrecharla entre mis brazos. Ahora tiene la guardia arriba y no se lo va a permitir.
—Aléjame todo lo que quieras, preciosa, no va a funcionar —le advierto con determinación—. Yo me quedo aquí contigo.
Un atisbo de vulnerabilidad se abre paso en su expresión casi suavizada antes de que sacuda la cabeza y vuelva a poner los ojos en blanco, actuando como si mis palabras no surten efecto en ella.
—Es bastante patético viniendo de ti. Mendigar por amor no te sienta bien —se burla con un comentario sarcástico y provocador, queriendo humillarme para herir mi orgullo, lo que ella cree que es más importante para mí.
Pero no sabe qué ella es lo más importante de mi vida. Así que no va a funcionar.
—Efectivamente —concuerdo; la sorpresa llena sus ojos al tiempo en que estrecha la mirada hacia mí. Sólo entonces decido continuar de nuevo, sabiendo que he captado toda su atención—. Pero puedo dejarlo pasar porque estoy jodidamente desesperado.
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No Me Sueltes (+18) [En proceso]
Storie d'amoreDemonios que someten: Segundo libro Han pasado tres años desde que Camille decidió irse de Seattle, dejando atrás todo lo que la atormentaba y la hacía sufrir con el único propósito de repararse a sí misma y alejarse de la persona que más daño le h...