Prólogo

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—No te vayas otra vez, Camille, no lo hagas —el matiz de súplica en su voz me hace detenerme en seco—, no vuelvas a dejarme —se muestra vulnerable delante de mí aunque sé lo mucho que odia hacerlo. Encuentra repulsivo que los demás puedan percibirle como una persona frágil.

Sus palabras resuenan en mi cabeza. Mi cuerpo se paraliza de repente. No puedo respirar. Siento que el corazón me estalla dentro del pecho gracias al efecto de su ruego. Mil pensamientos invaden mi mente, y todas las emociones que creía muertas, o al menos intentaba que lo estuvieran, me embargan sin pudor.

Perpleja por lo que acaba de revelar, me armo de valor para darme la vuelta. Lo miro dolida por atreverse a pedirme eso sin siquiera pensar en cómo todavía me lastima tenerlo cerca de mí... sentirlo así otra vez.

Prometió no hacer esto, pero tampoco me sorprende, porque otra vez vuelve a romper sus promesas. A mí.

Tomo una bocanada de aire por la boca, reacia, sintiendo una sensación aplastante sobre mi pecho mientras contengo eso sollozos que me niego a dejar salir.

—¿Por qué? —siseo con cierta brusquedad, deseando no sentirme expuesta ante él. Nuestros ojos se encuentran entre el medio del caos que él ha iniciado al revelarme parte de la verdad y, cuando vislumbro el tormento que se desata en sus ojos, pierdo toda la fuerza que creí tener—, ¿por qué me haces esto, Alexander? ¿¡Por qué quieres volver a destruirme!?

Hay una inmensa tristeza reflejada en su mirada. Mis palabras no le son indiferentes. No debería preocuparme por él, no debería importarme lo que sienta, pero ya no sé de cuántas maneras puedo decirle a mi corazón que deje de latir por la persona que lo rompió. Que hago uso de la razón y lo entierre en lo más profundo, para que sólo se convierta en un mal recuerdo que en futuro pueda dejar atrás.

Pero para mi desgracia, Alexander sigue muy presente en mi vida. En mí.

—Te mentí —lo admite de nuevo, esta vez está dispuesto a decirlo todo y me temo que me va a desmoronar—, todo lo que ha sucedido ha sido una jodida mentira. Un completo engaño de mi parte —la voz le tiembla—, yo...nunca he dejado de amarte, ni un solo maldito día, Camille. Mi corazón jamás ha dejado de latir por ti, como lo hace todos los días. La verdadera mentira es cuando te dije que no te amaba, porque sí te amo, te amo como nunca he amado ni amaré a nadie más mientras respire. Me tienes total e irracionalmente enamorado de ti —confiesa con gran aflicción. El dolor resplandeciendo en sus rasgos salvajes. Y en ese instante él mundo se derrumba a mis pies. Todo se destroza más de lo que ya estaba.

Mi corazón deja de latir abruptamente. El momento queda eclipsado mientras palabras comienzan a resonar en mi cabeza, haciéndome negar en repetidas ocasiones, sintiendo como la desilusión me hunde. Es imposible de procesar lo que ha dicho, no puede ser cierto. Me niego a aceptarlo. No me puede estar haciendo esto después de tres años, no cuando ya he podido avanzar con mi vida, no cuando por fin me he podido empezar a encontrarme a mi misma.

No cuando ya superé lo mucho que me dolió el hecho de que no correspondiera mis sentimientos.

—¡Sigues siendo un maldito egoísta de mierda! —vocifero dolida; me quema lo que ha dicho, me sigue doliendo tanto que me cuesta hasta respirar—. Por un momento llegué a pensar que eras una nueva persona, pero a pesar de los años no has cambiado en absoluto, sigues siendo la misma mierda de persona. No me sueltas solo por puro egoísmo, ¿¡quién diablos crees que eres para hacerme esto¡? —bramo con cientos de lágrimas en los ojos obstruyendo mi vista, mientras el corazón se me hace añicos dentro del pecho.

Él tuerce los labios en una sonrisa triste que me termina de agrietar el corazón.

—Tienes todo el derecho a enojarte e incluso a odiarme, si eso es lo que quieres, pero nada de lo que digas va a cambiar el hecho de que sigas aquí —señala su corazón, con una seguridad que me rompe. Me sorbo la nariz mientras sacudo la cabeza, negándome siquiera a sopesar la idea de que aquello pueda ser cierto—, porque te quedaste grabado dentro de mí como un puto tatuaje que no puedo borrar por más que quiera. Me has quemado eternamente. Tú, tú amor me han marcado para siempre, y para tu mala suerte, no hay cura en el mundo que pueda curarme de ti —sisea con dureza, quebrantado ante mí y sin dejar de repararme con esos hermosos ojos verdes vidriosos, que un día lo significaron todo.

No Me Sueltes (+18) [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora