Capítulo XL (Parte I)

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Camille

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Camille

Luego de más de cinco horas de viaje en el jet privado, durante el cual compartimos múltiples besos, unas que otras caricias extrañamente suaves e íntimas, así como conversaciones tontas sobre las inesperadas vacaciones, mientras le fastidiaba con demasiadas preguntas acerca del viaje, arribamos al ostentoso hotel que se encuentra en una hermosa área en Isla Grande, a menos de cinco minutos de la playa.

—Ya hemos llegado, preciosa —anuncia Alexander, depositando un casto beso en la curva de mi cuello, mientras una respiración suave y casi trémula se escapa de mí.

Le sonrío antes de verle salir del auto después de que uno de los múltiples hombres de seguridad que ha contratado abra la puerta. Se postra con firmeza y, concentrando en mí su intensa mirada, me tiende la mano para ayudarme a bajar.

Sintiendo el corazón exaltado, le tomo la mano, que rápidamente se entrelaza con la mía, mientras intento sujetarme las hebras de cabello que se zangolotean debido al viento indomable. El clima tropical no tarda en hacerse notar y me dedico a observar mi entorno con una sonrisa radiante en la cara. Llegamos justo a tiempo para presenciar la puesta del sol.

Este lugar es impresionante y lo mejor es que no hay demasiados turistas como lo preveía.

—Me gusta mucho este hotel.

—Estaba seguro que te iba a gustar —sonríe de lado—. Vamos, ya nos están esperando —me susurra entonces al tiempo en que me da un leve empujón en la espalda para impulsarme a caminar.

Lo sigo hasta la entrada del hotel, donde una majestuosa fachada de mármol blanco, confeccionada con múltiples palmeras y columnas imponentes nos recibe. Subimos algunos escalones y entonces divisamos a un hombre alto, fornido y vestido con elegancia, acorde al clima cálido. Lleva puesto una camisa de lino abierta en el cuello y unos pantalones caquis. Supongo debe ser el dueño y el colega del que me habló Alexander.

Él aguarda junto al valet parking, con una postura firme y reservada. Su expresión tranquila contrasta con el cabello rubio que le revuela ligeramente, confiriéndole un aspecto sereno, pese a lucir una edad mayor.

—Alexander Rosselló, que bueno tenerte de nuevo por estos rumbos —exclama el hombre con un acento americano mientras extiende la mano.

Ahora que lo veo más de cerca, me fijo en sus rasgos maduros; sus ojos metálicos y su físico musculoso. Es un hombre atractivo, sin embargo, su presencia no despierta ninguna emoción en mi interior.

—Derek Morgan —le saluda mientras le estrecha la mano brevemente—. Han pasado algunos años ya, pero he decidido traer a mi mujer a visitar por unos días.

Él asiente. Mis mejillas toman un ligero rubor tras escuchar la manera en la que se refiera a mí. Un cosquilleo me invade la punta de los dedos. Sin embargo, me esfuerzo por permanecer calmada, intentando ignorar el eminente aleteo que resurge en mi pecho.

No Me Sueltes (+18) [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora