Un merecido y efímero respiro - 1

388 16 7
                                    

Un merecido y efímero respiro

 

    El traqueteo de las ruedas al cruzar sobre la gravilla se vio repentinamente silenciado en pos del sencillo camino de tierra compactada que se alejaba de mi último hogar de locos, pero yo seguía inconsciente; a pesar de ello, algo en mi subconsciente anotó el cambio del sonido y el leve pero constante vibrar del vehículo, y lo transformó en la luz salvadora que me libraría de mis pesadillas, o eso deseaba yo.

    Estaba rodeado por la oscuridad y la única fuente de luz provenía de una simple bombilla que parpadeaba de forma constante, lanzando los últimos destellos antes de marchitarse. Era consciente de que con cada uno de aquellos parpadeos, cada vez más pausados, las sombras que me rodeaban daban un paso en falso en mi dirección, regodeándose ante la perspectiva de abalanzarse sobre mí en cuanto mi protección muriese sin pena ni gloria. Cerré los ojos tratando de mantener la calma, aceptando mi destino, deseándolo, deseando que todo acabase de una vez por todas. Fue entonces cuando el cambio en el camino hizo que la luz explotase, inundándolo todo, salvándome definitivamente.

    El vómito, formado por bilis casi en su totalidad, trepó desde mi estómago y subió por mi garganta, clavándose en esta con afiladas garras que dejaban clara su intención; Hola, Straw, ¿te acuerdas de mí? Soy remordimientos que tu conciencia ha vomitado en tu cabeza. Voy a salir de ti, aunque no seas capaz de abrir la boca para dejarme. Tiene que ser jodido morir ahogado en vómito, ¿no crees? Aunque desde luego es mucho mejor que morir a manos de cualquiera de los desgraciados con los que te has topado hasta la fecha, incluyéndoos a Morgan y a ti, ¿no te parece? Al final eres un tipo con suerte… me decía (sé que es una auténtica gilipollez, pero es lo que sentía en ese momento, o lo que imagino que sentí, ya que yo seguía en el benevolente y maravilloso mundo de la inopia comatosa).

    Era de noche cuando abrí los ojos, y desperté más que alertado (puedes apostar lo que quieras, como ya te he dicho alguna vez) al descubrir que me encontraba tendido en una cama que no reconocía como propia (nunca he sentido que ninguna en las que haya dormido aquí lo fuese, pero era una en la que no tenía constancia de haberme tumbado, y eso me asustó mucho), temiéndome lo peor; por un instante, un miserable pero demoledor instante, creí que, al fin, había despertado en una de las habitaciones de los pacientes (y puedes apostar TODO lo que quieras a que lo único en lo que pensaba, de forma obsesiva, era que, al menos, fuese una habitación individual).

    –Vaya –dijo una voz que oía lejana–, veo que, después de todo, no se ha muerto, Straw.

    Conocía la voz sobradamente, pero no por ello me sentía más tranquilo (a decir verdad, el hecho de saber de quién se trataba empeoraba en mucho la situación)

    –¿Do-dónde estoy? –pregunté, sabiendo de antemano que no quería escuchar la respuesta. Ni siquiera me había atrevido a mirar qué ropa llevaba.

    –Resumiéndolo mucho, en algo parecido a un hotel –respondió la voz, que se acercaba–. Un hotel para empleados que han estado sometidos a una presión constante en su trabajo, y que necesitan desesperadamente un descanso.

    La sarta de palabras que Crown había soltado, con una nota de orgullo en la voz, se resumió en mi cabeza con la simple palabra: Un manicomio. Cerré los ojos tratando de no echarme a temblar y me humedecí los labios con la lengua, aparentando una calma que no sentía.

    –¿Y cuánto va a durar mi descanso, doctor Crown? –pregunté mientras deslizaba mis manos, con todo el disimulo que podía, bajo las sábanas, en busca de alguna correa que me sujetase. No había nada, estaba libre.

DistopíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora