Profesor Hermes Du Pont - 2.

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[…] Creo que por fin he logrado despistarlos, o al menos eso espero. Quizá me esté volviendo paranoico, pero creo que el personal médico empieza a sospechar de mí, ¿sabes? No puedo asegurarlo, pero es como si me mirasen de una forma…extraña, como si supiesen que estoy haciendo estos informes y mandándoselos al mundo exterior, o como si me creyesen capaz de hacerlo. No sé exactamente qué me harán si lo descubren, pero estoy seguro de que no será nada agradable, puedes apostar todo tu dinero a eso. Aún recuerdo las palabras que el doctor Crown me dedicó en exclusiva para advertirme de lo que podría pasar si me iba de la lengua donde no debiera hacerlo:

– Sé que, como científico, está predispuesto a compartir sus descubrimientos o los del equipo de trabajo con todo aquél que se encuentre dispuesto a escucharle, sólo para sentirse realizado al obtener el…reconocimiento de sus colegas de profesión. También sé que estará predispuesto a contarle todo lo que vea en estas instalaciones a quien no deba al considerarlas inhumanas o crueles. – dijo mirándome a los ojos fijamente, sin mostrar ningún estado anímico.

– Doc-doctor, yo no… – traté de decir.

– Sin embargo debe saber – me interrumpió sin importarle lo que yo tuviese que decir al respecto de nada. – que estas instalaciones están equipadas para llevar a cabo un seguimiento intensivo de todo lo que sucede en esta isla. TODO queda registrado aquí, por lo que tengo que advertirle seriamente de que de usted depende su seguridad.

– Sí, doctor eso ya me lo dijo el primer día que llegué aquí. – dije yo tratando de tranquilizarme un poco: sabía que la cosa era seria, pero no sabía hasta qué punto.

– Lo que pretendo decirle, joven, es que pronto verá que hay grandes distinciones entre el personal médico y los pacientes que tenemos aquí alojados, y que de usted dependerá el seguir vistiendo la bata de médico, o ponerse ese ridículo pijama azul de cobaya. – esbozó una sonrisa larga y tranquila, estaba claro que estaba disfrutando de la amenaza que acababa de lanzarme.

    Dicha amenaza  me había cogido completamente por sorpresa, por lo que no supe responder a tiempo antes de que el médico se marchase de la sala, y creo que eso fue una auténtica suerte para mí: si le hubiese dicho a la cara todo lo que se me pasó por la mente en aquél momento, es más que seguro que a día de hoy estuviese muerto…con suerte.

    Te cuento todo esto supongo que para desahogarme un poco e intentar tranquilizarme: como ya te he dicho quizá sea una simple paranoia mía, pero creo que empiezan a sospechar algo, así que tengo que darme algo más de prisa para contarte todo lo que tengo que decirte, antes de que sea demasiado tarde.

    Ya te he hablado de Hermes Du Pont y sus métodos de choque para conseguir descifrar la raíz del mal de los pacientes peligrosos: si no recuerdo mal te he contado la primera sesión de electroshock que viví con él y con el paciente que estaba obsesionado con escribir sobre el destino de cada uno de los pacientes. Ahora te contaré la primera vez que me quedé a solas con el paciente Nº 23, el que parecía saber dónde me encontraba yo pese a no poder verme (siento enumerarlos como si no fuesen más que ganado, pero nunca he encontrado un registro de nombres de pacientes, y creo que hay muchos más de los que me imagino para poder recordar sus nombres).

    Estaba de guardia en el pabellón asegurándome de que ninguno de los pacientes hubiese sufrido ningún percance: que se hubiese suicidado o herido de gravedad haciendo dios sabría qué, cuando pude ver por el rabillo del ojo que una sombra se movía a mis espaldas. Al girarme para ver de quién se trataba no me sorprendió demasiado ver a uno de los celadores que se dirigía hacia la puerta.

– Voy a por un café y a estirar un poco las piernas – me dijo con indiferencia. – Necesito tomar un poco el aire, llevo demasiadas horas aquí dentro escuchando locuras.

DistopíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora