Distopía

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«Lo que para ellos es un hito en la historia de la medicina, para nosotros es un proceso largo y muy doloroso.»

Paciente nº26.

    Mi nombre es Anthony Straw, y durante casi cuatro años fui ayudante de laboratorio del doctor Bernard Crown, quien es el responsable de las aberraciones, torturas y prácticas contra la humanidad que estoy a punto de relataros.

    Creo que no puedo empezar a contaros todo esto sin profundizar un poco más en mi carrera profesional y en cómo acabé involucrado en toda esta red de locura y sadismo que he presenciado en los últimos meses. Soy consciente de que no dispongo del tiempo suficiente para explayarme cuanto desearía y es bastante probable que muchas cosas queden en el tintero, pero creo que es necesario que haga esta pequeña introducción para demostraros que todo esto no es ninguna broma: lo que estáis a punto de leer es real. Yo he presenciado todos y cada uno de los puntos que voy a describiros a continuación y, para mi propia vergüenza, he participado en muchos de ellos. Con esto no pretendo redimirme de mis actos ni pretendo eximirme de las culpas en todo lo que ha pasado en este lugar, y sabe dios que probablemente no salga con vida de aquí, pero no me importa. Creo que no merezco otra cosa.

    Como ya os he contado antes mi nombre es Anthony Straw y he sido el ayudante del doctor Bernard Crown en el Instituto de Investigación de Enfermedades Psíquico-Mentales (IIEPM). Este centro de investigación, por no llamarlo centro de tortura y asesinatos, se encuentra en una isla privada propiedad del gobierno, pero no sabría deciros exactamente en qué lugar del mundo se encuentra: no nos han contado nada sobre la localización de la isla ni sobre los otros experimentos que se realizan aquí: este lugar está lleno de secretos y de instalaciones salpicadas por toda la isla y sólo conocemos lo que nos toca a cada uno en nuestros trabajos. Tenemos estrictamente prohibido hablar sobre cada proyecto secreto, pero creo que puedo convencer a otros investigadores, ayudantes o celadores para que compartan en este documento sus experiencias y los crímenes en los que han participado, por propia voluntad u obligación.

    Si, por obligación. El doctor Crown sabe muy bien cómo «motivar» al personal científico y médico para que «colaboren» con las prácticas e investigaciones que lleva a cabo. Nunca olvidaré sus primeras palabras:

   

    Bienvenido, joven al lugar donde pondremos a prueba su capacidad de trabajo bajo presión y su verdadero interés por la ciencia y la investigación. Es probable que durante su estancia aquí se sienta tentado de recriminar las prácticas y procesos a los que sometemos a los pacientes, pero debe comprender que no son más que enfermos y criminales que deben pagar por sus crímenes, y que todos están aquí por propia voluntad. Es cierto que, en algunas ocasiones, nuestros métodos pueden resultar excesivamente invasivos y parecer peligrosos para la integridad de los sujetos, pero debe recordar en todo momento que no son más que un grupo de mentirosos y manipuladores. Harán todo cuanto esté en sus manos para confundirle y hacer que les ayude, y en cuanto los haya soltado o se haya confiado demasiado ellos le apuñalarán, se lo aseguro. Muchos de nuestros colegas aquí dentro han sufrido ataques similares por no prestar la suficiente atención o porque se han dejado engañar por las palabras de los pacientes. Su propia seguridad depende de usted mismo, joven, esto no es ninguna guardería y nosotros no tenemos por qué ser responsables de sus actos. Recuérdelo, joven, porque en el futuro lo necesitará.

    No podía imaginar cuánto de verdad había en esas palabras ni hasta qué punto era cierto eso de que nuestra seguridad depende de nosotros mismos.

    Me licencié con honores en la facultad de psiquiatría de la universidad de Yakshire  y debo admitir que no me fue difícil conseguir la atención que deseaba de ciertas corporaciones y firmas bastante poderosas en el mundo de la psiquiatría y la psicología, y mucho me temo que fue mi ego lo que me metió en el lugar en el que estoy ahora.

    Conocí al doctor Crown en una conferencia sobre la repercusión de los malos hábitos del sueño y los terrores nocturnos en la esquizofrenia y los desórdenes paranoides de la personalidad humana, y quedé completamente rendido ante las palabras y credenciales de este diablo vestido de investigador: en cuanto me propuso formar parte del proyecto en el que estaba trabajando acepté sin pararme a pensar que no sabía qué clase de proyecto era ese, ni dónde se estaba llevando a cabo: poco podía imaginar yo que se trataba de un lugar como éste, o que no iba a tener permiso para abandonar la isla mientras durasen las investigaciones (llevo aquí cuatro años y aún no hay una previsión de tiempo fiable. Comienzo a pensar que, en realidad, nunca la ha habido: creo que cuando aceptamos entrar en este maldito infierno estábamos firmando, sin saberlo, una condena a permanecer en él hasta el fin de nuestros días).

    La lista de «proyectos» en los que he participado o de los que tengo conocimiento es demasiado extensa como para relatarlas en un solo documento, por lo que lo mejor que puedo hacer es ir enviándote un archivo nuevo con cada uno de los experimentos, siempre que pueda ir relatándolos y enviándotelos: recuerda que me estoy jugando la vida al enviar esto al exterior.

    No sé quién eres, a qué te dedicas o qué edad tienes, pero necesito que compartas esto con el mundo exterior para que alguien se encargue de cerrar este infierno. Sé que puede parecer una especie de broma macabra, pero todo lo que te digo es la realidad. ¡NO ME FALLES!

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