La raíz del mal
A pesar de haber sido contratado por el profesor Crown como su ayudante de laboratorio personal me costó mucho tiempo y esfuerzo llegar a formar parte de su equipo médico. No lo supe hasta mucho tiempo después, pero el profesor desconfiaba de mí y de mi forma de reaccionar ante los enfermizos proyectos que se llevaban a cabo en la isla, por lo que me había enviado a colaborar en proyectos de menor intensidad. Fue de esta manera como conocí al doctor Hermes De Pont, que se especializaba en las conductas violentas en los pacientes que no presentaban ningún tipo de desorden mental aparente.
– Pase, pase. Usted debe ser el joven Straw, ¿no es así? Bien, necesitamos sangre joven e ideas nuevas para descubrir por qué estos sujetos son propensos a comportamientos violentos. – me dijo, con una sonrisa satisfecha en los labios.
Hermes no era especialmente alto, por no decir que apenas sí llegaba al metro cincuenta de altura, y tampoco conservaba una forma física que impusiese respeto por sí misma, pero sin embargo contaba con algo en él que obligaba a cualquiera a tratarle con un respeto casi supersticioso: poseía una especie de aura fuerte y decidida que te hacía verle como a alguien realmente grande.
– Es un placer poder colaborar con su trabajo, profesor De Pont. – dije yo, impresionado y ansioso por ponerme a trabajar.
– Venga por aquí, joven, le enseñaré nuestro pequeño rincón del paraíso – me dijo con una sonrisa amable en los labios. – Luego le enseñaré nuestro pedacito de infierno en la tierra. – en esta ocasión, jamás lo olvidaré, la sonrisa que me mostró era torcida y perversa.
Caminamos por un pasillo de pulcro color blanco hacia una sala de estar relativamente amplia donde se encontraban algunos sofás individuales, una televisión, una mesa redonda y algunas sillas de comedor.
– Esta es nuestra sala de reuniones y esparcimiento personal – me explicó, señalando con la mano el escaso material de entretenimiento. – Las habitaciones ya las conoce, ¿no es así?
– Sí, descuide. – aseguré yo, recordando aquella especie de barracones donde habían varias literas apiladas en un lateral de la habitación. En el otro una serie de taquillas en fila hacían las veces de armarios.
– Bien, pasemos por aquí…con cuidado – advirtió con tono serio mientras abría una enorme puerta metálica con demasiados cierres como para tranquilizarme. – No se preocupe – sonrió, viéndome el gesto. – no son para encerrarnos a nosotros, sino para protegernos.
– ¿Protegernos de qué, profesor? – pregunté, ligeramente incómodo por la situación.
– De los sujetos de estudio, por supuesto. Aquí tenemos con nosotros media docena de pacientes especialmente violentos que no dudarían ni un momento lanzarse a por usted para hacerle sabe dios qué barbaridades, sólo por la perspectiva de un poco de insana…diversión – me advirtió, mirándome fijamente a los ojos. – Por supuesto pasan aislados buena parte del día en celdas individuales y tienen supervisión constante para asegurarnos de que no traten de escapar o atentar con nuestras vidas, pero toda precaución es poca, joven. He visto a muchos jóvenes y veteranos acabar con algún miembro roto o mutilado – aseguró con indiferencia. – y puedo decirle, sin temor a equivocarme, que ellos han sido los más afortunados.
– ¿Afortunados? – pregunté yo, preocupado por mi propia vida.
– En una ocasión lograron saltar uno de los cercos de seguridad y se llevaron a una de las celdas a algunos de los miembros del personal, hombres y mujeres. Preferiría no relatarle cómo acabaron esos pobres diablos, pero puedo decirle que tardamos varias semanas en limpiar la habitación por completo – sonrió una vez más. – pero no se preocupe, si se mantiene alerta y cumple escrupulosamente las recomendaciones que le vayamos dando no tendrá ningún problema con ellos. Eso sí, no trate de humanizarlos – me recomendó seriamente. – sé que algunos de los métodos que empleamos aquí pueden parecer innecesariamente invasivos, o que alguno de ellos puede convencerle perfectamente de que no usamos anestesia con ellos – sonrió negando con la cabeza al tiempo que chasqueaba la lengua, divertido. – pero le aseguro que ninguno de ellos sufre ningún tipo de daño físico o emocional.
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Distopía
TerrorDistopía es una sociedad indeseable en sí misma, eso es exactamente lo que sucede en las instalaciones de este centro de investigación: una "sociedad" donde los médicos someten a los pacientes a pruebas invasivas y crueles sin importarles la integri...