No necesité compartir una mirada con Alfred para saber cuál era la palabra que él estaba pensando en ese momento, porque era la misma que se me había pasado a mí por la cabeza.
Congelado.
Como un ordenador viejo al que le pides que abra demasiadas ventanas a la vez, así era exactamente como se había quedado Edward.
Congelado.
Los ojos muy abiertos con el párpado derecho temblándole de forma incontrolable cada diez segundos, la boca tan abierta, en una estúpida exclamación muda, que parecía estar a punto de desencajársele. Paralizado de pies a cabeza, mirándonos sin vernos, escuchándonos sin oírnos.
–Sería conveniente que reaccionaras, Eds –dijo Alfred con voz indiferente, mirando a su alrededor para asegurarse de que nadie nos prestara más atención de la debida–, o se te llenará la boca de moscas y te robarán la lengua. –sentenció con un deje bromista que encerraba un sutil tono cruel.
Dicho por ensalmo, aquellas parecieron ser las palabras mágicas que restablecieron el orden en la caótica mente de Edward.
Tal y como el viejo ordenador congelado, a la fuerza, el cerebro del hombre comenzó a reiniciarse.
Casi pudimos verlo, y casi fue magnífico. El fluyo de pensamientos reestablecidos volviendo a los cauces naturales, cruzando a toda velocidad la mente del hombre, sacándolo de la oscuridad en la que mi orden le había sumido.
De hecho, casi pude ver cómo se formaban las palabras que Edward estaba a punto de confesarme. Y supe cuáles eran antes de que pudieran salir de su boca.
–¿Queréis...? –farfulló en voz baja, de forma inteligible e inconsciente: un pequeño fallo en la programación antes de retomar el control total. Parpadeó varias veces, cerrando finalmente la boca, y luego miró a izquierda y derecha, tal y como había hecho el propio Alfred, sólo que con menos gracia que con la que éste lo había hecho, cerciorándose de que no hubiese oídos indiscretos cerca de nosotros, lo que terminó de confirmar mis sospechas. Se humedeció los labios con la lengua y luego se los secó con la palma de la mano–. No sois los primeros en pensar en ello... –aseguró.
–De hecho, hay un grupo de guardias que lleva algún tiempo planteándose dicha posibilidad. –pensé yo.
–De hecho, hay un grupo de guardias que lleva algún tiempo planteándose dicha posibilidad... –dijo él.
–Nunca me he pronunciado a favor o en contra de ello, aunque sí prometí no delatarles a cambio de que me asegurasen trato de favor en caso de llevarlo a cabo...supongo que ya no hay razón para que no me inmiscuya, ¿no os parece? Y tampoco la hay para que actuéis solos...juntos seremos más fuertes, y tendremos mayores probabilidades de salir victoriosos de todo esto, ¿qué me decís? Si me dais un poco de tiempo, yo podría...concertar un encuentro con ellos. –volví a pensar.
Edward carraspeó un poco, bajando el tono de voz aún más y acercándose a nosotros.
–Nunca me he pronunciado a favor o en contra de ello –confesó con nerviosismo–, aunque sí prometí delatarles a cambio de que me asegurasen trato de favor en caso de llevarlo a cabo –trató de esbozar una sonrisa pícara, pero, por culpa del nerviosismo, sólo quedó en un amago–. Supongo que ya no hay razón para que no me inmiscuya, ¿no os parece? –carraspeó de nuevo, mirándonos de forma acusadora–. Y tampoco lo hay para que actuéis solos –prosiguió tras un suspiro resignado, antes de volver a mirar a su alrededor–. Juntos seremos más fuertes, y tendremos mayores probabilidades de salir victoriosos de todo esto, ¿qué me decís? –preguntó mirándonos alternativamente–. Si me dais un poco de tiempo, yo podría...concertar un encuentro con ellos. –volvió a decir, usando cada una de las palabras que acababan de cruzar mi propia mente.
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Distopía
HorrorDistopía es una sociedad indeseable en sí misma, eso es exactamente lo que sucede en las instalaciones de este centro de investigación: una "sociedad" donde los médicos someten a los pacientes a pruebas invasivas y crueles sin importarles la integri...