A ambos lados de la puerta del ascensor por el que habíamos salido había otras dos puertas de metal para ascensores. Yo las miré en silencio durante un segundo, pensando en la posibilidad de que Bear me hubiese mentido y que aquellos ascensores sí llegasen a niveles más profundos de la instalación en la que estábamos.
-Puedes llamar a ambos y comprobar que bajan hasta el treinta y cinco bajo tierra y suben hasta el nivel cero, si quieres -dijo Thaddeus antes de que yo pudiera decir nada, tenía un ligero toque de reproche en la voz que intentó camuflar con una sonrisa resignada-. Pero preferiría que lo hicieses después de la reunión -carraspeo llamando mi atención para señalar con la cabeza la puerta a nuestra izquierda, indicándome que debíamos darnos prisa-. Ya llegamos tarde, y eso nunca es bueno.
-¿Reunión? -pregunté estupefacto, dándome cuenta por primera vez de que le había seguido sin más hasta internarme treinta y cuatro niveles bajo tierra. ¿Cuántos metros suponía eso? Ni lo sabía, ni quería saberlo. En ese momento me sentía asfixiado entre cuatro paredes, como un ratoncillo de laboratorio que ha sido metido en un nuevo y enrevesado laberinto de metal para ver cuánto tarda en encontrar la salida para reclamar su premio. La diferencia estaba en que yo sabía que mi laberinto era de hormigón y acero, y que nadie esperaba de mi que hiciera el trayecto en tiempo record para darme un premio por mi buena actuación. Mi laberinto era mucho más peligroso.
-Tienes información de primera mano sobre lo que han estado planeando los pacientes fugados -me explicó Bear con un encogimiento de hombros-, qué tienen pensado hacer, por dónde van a empezar...ya sabes -carraspeó una vez más-, todo lo que están pensando.
Me lo quedé mirando entre furioso y burlesco. Sentí ganas de darle un puñetazo, pero logré contenerme y me limité a pararme en el sitio, como si lo que me hubiera dicho me hubiera dejado petrificado (en cierto modo fue así). Thaddeus no tardó demasiado en mirar a su derecha, y al no encontrarme se paró en seco y se giró. Yo me había quedado varios metros por detrás.
-Tony, no tenemos tiempo que perder -dijo intentando que me pusiese en marcha. Como yo no hice amago de emprender la marcha, se acercó a mí poniendo los ojos en blanco-. ¿Qué es lo que pasa?
Lo vi llegar hasta mi posición y cerré los puños con fuerza, luchando por mantener la calma y no ponerme a gritar allí mismo. Necesitaba reunir más información antes de volverme loco y actuar sin pensar.
-¿Cuál es el problema? -insistió.
-¿Cuál es el problema? -repetí incrédulo, alzando una ceja, incapaz de creerme la sencilla y estúpida pregunta que acababa de hacerme. Bear intentó abrir la boca para responder, pero me respuesta le hizo enmudecer.
Cerré los ojos, despacio, y sonreí. Fue una sonrisa vacía, cargada del nerviosismo y miedo acumulados a lo largo de toda mi estancia en la jodida isla.
Empecé a reírme bajito y a intervalos, como si en lugar de encontrarme bajo tierra me encontrase en la iglesia y tratase de no reírme por haber recordado algo gracioso. Aquella risilla, infantil, fue dejando atrás los intervalos en los que podía mantener la compostura y se fue convirtiendo, cada vez más, en una risa constante.
El nivel de mi risa dejó de ser baja y avergonzada y empezó a ganar volumen. No paso mucho tiempo hasta que Thaddeus se vio obligado a apartarse dos pasos hacia atrás, incomodado por la estridencia de la risa creciente.
Finalmente dejé de intentar controlar aquello, y abrí la caja de Pandora de mi risa. Reí a carcajada limpia, llenando la habitación en la que nos encontrábamos, y no tardé demasiado en empezar a gritar mi risa a plena potencia, llevando mis pulmones y mis cuerdas vocales al límite.
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Distopía
HorrorDistopía es una sociedad indeseable en sí misma, eso es exactamente lo que sucede en las instalaciones de este centro de investigación: una "sociedad" donde los médicos someten a los pacientes a pruebas invasivas y crueles sin importarles la integri...