Capítulo 55: Amor y hogar.

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Capítulo 55: Amor y hogar.


Cuando ya todo había terminado y estábamos a punto de irnos, Tom se disculpó por centésima vez por alterar la memoria de Molly y Brian, no quise responderle. A pesar de todo, en mi interior poco a poco, comencé a restarle parte de la culpa, aunque había sido un cobarde, le obligaron a hacerlo.

Le pregunté qué haría ahora que todo había terminado, nada ni nadie le ataba a esa vida. O eso creía, porque me equivocaba. Parte del trato con Marco, incluía formar parte de la nueva autoridad vampírica. Prometió visitarme cuando pudiera y mantenerse en contacto. También me pidió tiempo, y lo entendía perfectamente, su pérdida, la acumulación de emociones y responsabilidades que le vendrían encima. No sería fácil, pero estaba dispuesta a ceder y tratar de perdonarle, para agradecerle como me ayudó mientras me tenían cautiva.

—De verdad, siento lo de Miranda. — le dije.

—No tienes porqué, ella solo te hizo daño desde que volvimos a encontrarte. — Tom me tomó de las manos. — La mujer que conociste no era tu madre. Tampoco era la mujer de la que una vez me enamoré y con la que formé una familia, ni la que te dio a luz con todo su amor. Esa mujer murió hace mucho tiempo. No mucho tiempo después de que nos reclutaran en la Guardia, se obsesionó con todo lo relacionado al sistema y a los Vulturis, era un fanatismo enfermizo. Sobre todo, por Aro. La transformación, la sed de sangre y el ambiente en el que acabamos la convirtieron en el monstruo que era. Yo solo me quedé a su lado porque en el fondo, muy en el fondo, aun albergaba la esperanza de que un día se diera cuenta de que eso no estaba bien y volviera a ser quien era.

Nada de abrazos o despedidas cariñosas, no estaba lista para eso. Nos miramos unos segundos y cada uno se fue tristemente por su camino, prometiendo silenciosamente esforzarnos.

De vuelta a Forks, todos me explicaron el plan detalladamente. Además de lo sucedido. Tom y unos cuantos vampiros les ayudaron a entrar sigilosamente, cuando accedieron a la parte antigua del edificio se deshicieron de unos cuantos guardias para crear un punto de entrada para todos los demás. Habían venido amigos de Carlisle de todo el mundo, e incluso vampiros que no conocían de nada, pero odiaban a los Vulturis o tenían motivos para atacarlos. Sorpresivamente, Marco había sido uno de los vampiros que se habían unido a Tom, con la condición de mantenerse fuera de la lucha, ayudaría en lo que pudiera, y cumplió su parte. En cambio, Cayo, que no sabía nada, se sentó y se declaró rendido para que no le mataran, uniéndose a la causa en el último momento.

Muchos murieron, otros hicieron justicia, y algunos solo fueron por el espectáculo y la adrenalina. Pese a todo, habían logrado derrocar a Aro, lo cual todo el mundo aseguraba que sería el comienzo de una nueva era para los vampiros.

El viaje se había hecho largo, demasiado.

—Llévame a mi casa, estoy cansada. — le pedí a Edward mientras subía a su coche.

—TN________. — susurró mi nombre a la vez que colocaba su mano en mi rodilla.

Me maldije internamente en cuanto me di cuenta. Me había olvidado por completo de lo sucedido, había sido por unos instantes, pero lo había olvidado. El nudo en mi garganta volvió para atormentarme

—Al menos déjame verlos, tan solo verlos, Edward, por favor. — era lo único que podría hacer, observarlos desde lejos.

—De acuerdo. —apretó mi pierna dulcemente y puso rumbo al que había sido mi hogar hasta hacía poco tiempo.

Nos acercamos desde atrás, por el jardín trasero. Miramos a través de las ventanas que daban a la cocina y allí estaban como siempre, mi padre sentado en el taburete, metido entre papeles mientras hablaba con mi madre. Ella estaba cocinando, me asomé y vi lo que estaba haciendo.

Eran tortitas. Tortitas para cenar. Mi desayuno y cena favoritos.

Sirvió dos platos, uno para él y otro para ella, ambos se miraron y sonrieron con tristeza. Al mismo tiempo llevaron sus manos hacia mi lugar, el sitio donde siempre me sentaba cuando estaba allí con ellos, al lado de él y frente a ella. Se cogieron de la mano y no pudieron evitar dejar escapar unas lágrimas. Brian se bajó del taburete y la abrazó. Estuvieron así un rato y yo me quedé observándoles, hasta que se separaron y comenzaron a cenar. Se sonreían, al menos estaban bastante bien. No sabía qué había sucedido en sus memorias, ni de qué manera. Pero, al menos, sí pude comprobar que no estaban completamente destrozados. Era como si ya lo hubieran aceptado y trataran de superarlo.

No volvería a abrazarlos, ni a escucharlos regañarme. Pedirme explicaciones sobre las notas o que llegue temprano a casa. No tendría que volver a pedirles permiso para quedarme a dormir con Alice ni haríamos de nuevo la excursión al bosque como prometieron repetir. No les acompañaría durante horas interminables a comprar al supermercado. No podría recordarles lo mucho que les quería.

Cuando abandonaron la cocina y apagaron las luces se me ocurrió una idea estúpida pero bonita al mismo tiempo. Le pedí a Edward que vigilara y me colé en la casa. Cogí el taco de notas del escritorio de mi padre y un boli.

"Nunca olvidéis lo mucho que os quiero.

TN____________."

Mi garganta se contrajo de nuevo formando un nudo. Pegué el papel en la puerta de la nevera, entre todos los imanes y las demás notas. Ahí lo dejé, en algún momento lo verían y aunque no podía despedirme, al menos, les dejaría ese trozo de papel con todo mi amor plasmado en esas pocas palabras. Deseaba llorar, más que nada. Desahogarme a base de lágrimas y quedarme seca. Gritar entre sollozos, pero no podía, ya no.

Salí y fui hacia el coche, apoyé mi frente sobre el pecho de Edward. Me rodeó con sus brazos, entramos al vehículo y puso rumbo a su casa, mi nuevo hogar. 

Mientras Llueve *(Edward Cullen)* [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora