[ 23. El libro acerca de magos]

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Cap. 23

—¿Vio? – La tranquila y ronca voz de Fred, como solía sonar cuando apenas despertaba, sonó cerca de mí, casi en mi oído, se sentó en el sillón todavía cobijado, dejé escribir en el diario para luego cerrarlo y regresarlo al lugar en el que estaba anteriormente.

— Buenos días – dije con una sonrisa girándome a verlo. Fred se tallaba el ojo al mismo tiempo que soltaba un bostezo.

Se quedó mirando el diario por unos segundos sin hacer nada, solo mantenía su vista fija en él, no pronunciaba ninguna palabra y tampoco hacía ningún sonido, parecía petrificado.

—¿Estás bien? – le pregunté.

— ¿Hice algo ridículo anoche? —preguntó, recordé lo que pasó y una risa se escapó de mis labios – ¿Por qué te ríes? ¿De verdad fue muy ridículo?

— No Fred – mis risas se clamaban – No hiciste nada ridículo. Solo te subiste al sillón y comenzaste a cantar una de las canciones, pero le cambiaste la letra – Fred escuchaba atento al mismo tiempo que hacía una cara de vergüenza – Me pediste matrimonio y...

— Espera – me interrumpió Fred – ¿Qué? ¿Cómo? ¿Yo te pedí...? – hacía cara de confusión y yo retenía mis ganas de reír – ¿Te pedí matrimonio?

— Sí, sacaste el anillo y te hincaste frente a mí – intentaba sonar sincera y seria para jugarle una broma —. Yo estaba sorprendida y acepté ser tu esposa.

—¿Estás bromeando, verdad? – Fred me miró asustado, pero al mismo tiempo una sonrisa se formaba en su rostro.

— ¿Por qué tendría que hacer bromas acerca del compromiso, Freddie? – mi semblante cambió a uno más serio, y esto ayudaba a que mi voz mantuviera la compostura.

Fred me miraba fijamente, su mirada vagaba por mis manos, pero era difícil que las viera, ya que estaban cubiertas por su grande sudadera que me había dado. Sus labios formaban una media sonrisa.

— ¿Me dejarías ver tus manos?

— ¿Para qué?

— Solo quiero verlas, son lindas y suaves, ya sabes, me gusta tocar tus manos – sabía que quería verlas y verificar que un anillo rodeaba mi dedo anular.

— De acuerdo – acerqué una de mis manos a él y la tomó con la suya, sus manos eran más grandes que las mías, fácilmente las envolvía y les daba calor.

— Me gustaría tomar tus dos manos — algo me decía que sabía que era una broma – Bueno, yo no veo un anillo, debería suponer que lo has perdido... – pasó su dedo pulgar por mi dedo anular – o que necesitas planear mejor tus bromas – y luego soltó una risa y se acercó más a mi a abrázame. — Bueno, igual no estuvo tan mal. Por un momento creí que era verdad que me había hincado a ti y que había hecho todo un espectáculo pidiendo tu mano con Renus enfrente probablemente preparando la varita para aventarme un maleficio – los dos reímos por unos segundos.

— En realidad, si me pediste que me casara contigo, pero ya habías tomado suficiente whisky de fuego y Remus solo se reía de nosotros. — Fred se rio más. — ¡Oh, Violeeet casate conmigooooo! – comencé a cantar la canción.

Fred se recostó en mis piernas y yo comencé acariciar su despeinado cabello.

— No estoy completamente segura de si quiero casarme algún día – Fred miraba al techo y yo la chimenea que estaba frente a nosotros, con vasos vacíos y sucios arriba de ella. Por un momento, hubo un silencio.

— Violet Weasley no suena mal.

°°°

Después de haber pasado una semana con los Weasley junto a Harry, teníamos pensado visitar a Fred y a George a la tienda y comprar algunas cosas en el Callejón Diagon. Todo el mundo mágico parecía protegerse de lo que estaba pasando últimamente, con los ataques de mortifagos a muggles y magos. Molly a veces nos decía que podía ser peligroso regresar a Hogwarts ahora, pero Ron siempre encontraba una forma de tranquilizarla.

Quédate... Te Quiero || Fred WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora