Capítulo XVI

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Carecer de algunas de las cosas que uno desea es condición indispensable de la felicidad.

Bertrand Russell


Bruno

Ha pasado ya tres días desde que ella se fue. Y claro todo el mundo lamentó eso porque no toleraba que nadie me hablara, o incluso respirara cerca de mí.

Deberían estar acostumbrados, este es el que soy día a día y con la ausencia de Levana era aún más irritante. No me soportaba ni yo mismo.

Estar encerrado en esta oficina era cada vez más agobiante, los únicos momentos de paz y en dónde de verdad me sentía feliz era cuando hablaba con ella y me contaba su día.

Simples minutos u horas eran suficientes para mantener por un rato una sonrisa estúpida en mi cara.

La puerta de mi oficina se abre dando le paso al imbécil que tengo como mejor amigo.

-Hermano, ha pasado tiempo que no nos vemos -se sienta frente a mí-. Por tu cara deduzco que no has hablado con tu chica.

-No, no te equivocas -contesto seco-. Así que no, no tengo genio para tus pendejadas.

-Uy, pero que geniecito -se burla-. Lo que te hace falta es un buen polvo. O acaso ya es la edad que te tiene con ese carácter.

-Lo que me haga falta o no es tu puto problema...

-Ves, a veces no se por que aún soy tu amigo -dice-. Además de ser único por tu maldito mal carácter, aún si te quiero y si me disculpas yo si voy a echar un polvo.

Se levanta antes que el pisapapeles caiga en su cara.

En parte lo que este imbécil decía no era del todo mentira, sí necesitaba un polvo, pero uno con ella.

Necesitaba besar sus suaves labios, bajar por su cuello absorbiendo su olor, mis manos recorriendo cada parte de su cuerpo.

Con solo pensar en ella ya tenía mi miembro duro, necesitaba descargarme. Nunca había tenido que recurrir a masturbarme, siempre tenía a alguien disponible para mí, eso era el pasado ahora lo único que pensaba era en hundirme en ella todo el tiempo.

Abro mi cinturón seguido del botón y la cremallera de mi pantalón, saqué mi miembro endurecido de mi bóxer y lo empecé a masajearlo de arriba abajo exactamente como me gustaría que una de sus pequeñas manos lo hiciera mientras su hermosa boca lo cubriera.

La imaginaba aquí arrodillada dándome un oral que sacaría mis gruñidos de placer para luego levantarse y abrirse de piernas sobre el escritorio dándome una perfecta vista de su rosado y apretado coño, el cual lamería y chuparía como si mi vida dependiera de ello.

Luego de darle uno de los orgasmos más increíbles de su vida la giraría dándome un espectáculo visual de su culo que me gritaba que lo azotara y penetrara. Algún día lo voy a hacer y así todo de ella será mío, todo su cuerpo.

Y es que como describir su cuerpo; sus pechos medianos, su cintura rellena y que decir de sus piernas, si bien no eran completamente delgadas, sus piernas eran grandes y su precioso trasero iban a la perfección con sus piernas.

Y como me encantaba toda ella.

Quería tenerla de todas las maneras posibles, lo que más quería ahora era tenerla aquí mientras la embisto desde atrás y ella gimiendo mi nombre.

Solo imaginar todo eso provocó el derrame que se esparció en mi mano.

Qué me estaba haciendo esta mujer que me había hecho llegar hasta este punto.

¿Destinados? [Completa✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora