Capítulo LII

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"Incluso una vida feliz no puede existir sin una dosis de oscuridad"

Carl Jung

Levana

Estoy jodida.

No, ya he estado jodida antes, esto es lo que le sigue.

Mi teléfono amenaza con hacerse pero lo sostengo mientras continúo parada en medio del pasillo totalmente pasmada.

Me obligó a pensar con claridad.
No, yo no puedo estar embarazada, la misma ginecóloga me dijo que era casi imposible que yo me pudiera embarazar, además me llegó el periodo, todo eso es solo una señal de estrés.

Llamo a la doctora pero no atiende, llamo al consultorio ya que no es el mismo hospital, ella tiene su consultorio privado.

Suena, suena hasta que al fin atiende.

-Buenas tardes, consultorio de la doctora Poppers ¿en que puedo ayudarle?

-Buenas tardes, lo que pasa es que tenía una cita pactada con la doctora pero por motivos personales no pude estar allí.

-¿Quiere re agendar su cita?

-Si, debo verla hoy mismo.

-Lo lamento, tendría que esperar hasta el martes para su cita -mi respiración de vuelve más ineficiente-, la doctora salió de viaje a una conferencia a Florencia y regresa a trabajar hasta ese día.

Siento que podría ponerme a llorar justo aquí mismo.

-¿Sigue ahí señorita? -asiento sin saber como responder a eso- Señorita.

Cuelgo.

Esto es demasiado grave.

¿Cómo pude ser tan descuidada?

No es un buen momento para lidiar con esto, Bruno acaba de recibir noticias fuertes sobre el que creía era su hijo, Miles está por ahí afuera quien sabe haciendo qué, yo... yo...

¿Y si le hice daño?

Yo sé claramente lo que me advirtió la doctora sobre un embarazo con mi problema y menos ahora que lo hice de nuevo.

Bruno no quiere ser padre, él lo dijo, él no está listo.

-¿Qué voy a hacer? -susurro.

Me pego a una pared cercana cuando siento que la respiración se me dificulta, empuñó la tela de mi pantalón tratando de controlar el temblor en mis manos.

Aprieto los ojos con fuerza queriendo que todo esto sea un sueño, que solo este dentro de otro mal sueño.

No puedo tener un hijo, no estoy bien.

Detengo las lágrimas que se acumulan con rapidez en mis ojos, paso las manos por mi cabello y luego con las mangas de mi abrigo limpio mis lagrimales para poder salir.

Con el corazón aún retumbándome en el pecho de manera desconcertante camino hasta la salida, ahí están los guardias, les dije que no quería que me acompañaran dentro así que se quedaron en la entrada de la clínica.

Bajo la cabeza cuando paso cerca de ellos y me meto a la camioneta, ellos me imitan, Dwyne y Mark -que recientemente descubrí era su nombre- suben uno de piloto y copiloto, mientras que Tate -el tercer guardia- va en otra camioneta detrás de nosotros.

Odié la idea de tener un auto detrás de mí todo el tiempo, pero yo conocía lo sobreprotector que llegaba a ser Bruno así que por más que intenté no cedió.

¿Destinados? [Completa✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora