Capítulo L

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Si dos personas están destinadas estar juntas se encontrarán al final del camino aún tras mil tropiezos.

Anónimo

Connor

Como abogado me había tocado ver situaciones fuera de lugar, unas más serias o graciosas que otras, pero lo que estoy escuchando ahora definitivamente sobrepasa mucho de ellas.

Esta tarde recibí la llamada de Levana y en estos últimos días cada vez que recibo una llamada de ellos es para un nuevo problemas y no es que este quejándome que busquen de mí, claro que no.

Pero ya me da miedo levantar el teléfono y atenderlo, les ha pasado tantas cosas malas en tan poco tiempo que admiro el que sigan de pie.

Volviendo a la llamada me habló de la esposa de su ex, me contó que la llamó para pedir ayuda, no entró en más detalles pues dijo que hiciera algo rápido.

Debió estar muy desesperada para que acudiera a ella.

—Esta lista —avisa el agente Clinton.

—Vamos.

Salimos de la estación de policía con la orden de allanamiento que solicité y había sido aprobada justo ahora, tenía que tener un seguro en caso de que no me permitieran la entrada a la casa, porque si le ha hecho algo es obvio que no dejará entrar a nadie.

He conocido a muchos imbéciles como él, hombres que creen que teniendo el poder que tiene lo hará inmune.

No me conoce aún.

Nos movilizamos en una patrulla hasta la mansión en la que residen, sabía muy por encima lo que pasaba, aparentemente era otro caso de violencia intrafamiliar.

Ese tipo solo acumulaba problemas, no solo tenía la demanda impuesta por Levana, también estaba la investigación en proceso por la muerte del doctor ya que lo que escribió en la libreta antes de morir se clasificó como evidencia por su posible participación en aquello y ahora sí era verídica la situación con su esposa lo destrozaría en el juzgado e iría por muchos años a la cárcel.

No había tratado con él nunca en todo este tiempo, todo lo del caso fue enviado a su asesor legal.

Otra basura igual que él, Vincent Zunchën era un carroñero que defendía a demasiados corruptos entre otras alimañas, utilizando  pruebas en su mayoría inventadas y, por supuesto, sobornos.

Yo llevaba ejerciendo desde hace 5 años como abogado penal en el país, era bueno en lo que hacía, no había perdido un caso hasta ahora y el de la novia de mi mejor amigo no sería la excepción.

Le había avisado en un mensaje a Levana que ya tenía todo bajo control y lo que sea que pase se lo haría saber.
Llegamos a la ostentosa casa, avanzamos hasta dar con la puerta principal, no había rejas ni guardias de por medio. Bajamos Clinton, dos oficiales de apoyo y yo.

—Déjame hablar a mí —pide el agente.

—No te preocupes no intervendré, solo estoy aquí porque ella me pidió que viniera —asiente sabiendo que hablo de Levana, él conoce el caso completo—. Y esto me servirá frente al juez.

—Bien. Aquí vamos.

Toca el timbre de la entrada, en la tercera una mujer vestida de enfermera se asoma a la puerta.

—¿Si? Buenas tardes —saluda con una sonrisa falsa, las conozco he visto muchas así— ¿en que puedo ayudarlos, oficiales?

—Buenas tardes, buscamos a la señora Dana Schmidt —la mujer aún no abre la puerta por completo— estamos aquí porque fuimos avisados que la señora podría estar en peligro.

¿Destinados? [Completa✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora