Capítulo VIII

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"Ella era tan pura que hasta sonriendo sádicamente parecía inocente."


Luis Alberto Padilla Pardo


Bruno

No dejo de pensar en aquella criatura tan hermosa y tan hipnótica. Esas pecas, su cabello y esa mirada tan única era algo salvaje, pero al mismo tiempo era algo indescriptible no sabía si era miedo, o algo más. Pero de lo que estaba seguro era que había algo detrás de esa mirada.

Fue la única parte interesante de toda esta tediosa fiesta, se supone que las fiestas son para divertirse no para hablar de negocios, asociaciones y todas esas mierdas pero así era esta vida.

A veces hubiera preferido nacer en una familia normal, y no tener en mis hombros todo un legado con el que llevar a mis espaldas. No es que sea un mal agradecido aprecio todo lo que tengo y que me hado mi apellido, pero el que tu familia espera todo de ti es un poco frustrante la verdad.

Me alejo un poco de las conversaciones que me hastían y me encuentro con Astrid que trae una sonrisa de satisfacción en el rostro.

-¿Viste por ahí a Levana?- pregunto a la chica-. Desde que la dejé en la pista no la volví a ver.

-No lo sé tal vez se le fue el encanto del hada madrina -dice en burla -. O ha de estar ligando con algún cualquiera por ahí.

-Deja de hablar idioteces, no sé ni para que te pregunto algo, por la forma en la que la veías cuando nos interrumpiste se nota que estabas celosa -la enfrento - ¿Quieres que te diga por qué?

-Ilumíname.

-Por que sabes que la veía como jamás te vería a ti -escupí-. Si me disculpas voy a ver si aún se encuentra por aquí.

Y la dejé atrás murmurando cuanto insulto se le ocurrió.

Rodee a cuanta gente se me atravesó, tenía que encontrarla.

Tenía ese algo que me tenía como idita buscándola por el lugar y cuando estaba por rendirme la ví.

Cuando la divise iba de salida con su amiga, y antes de salir su mirada y la mía coincidieron. A diferencia de cuando bailamos su mirada ahora estaba algo apagada y podía jurar que había llorado.

Entonces antes de salir la tomé del brazo y me miró extrañada y como no si parecía un imbécil sujetando su brazo sin articular una palabra.

-¿Ya te vas? -enserio genio por que más estaría en la salida-. Es decir, quería decirte algo antes de que lo hagas.

-Respondiendo a tu pregunta por si no es obvio sí, ya nos vamos- masculló-. Y a lo otro no creo que tengas algo que decirme ni si quiera me conoces.

-Eso es cierto, es por eso que quería decirte si aceptas ir a tomar un café conmigo -pregunté nervioso por su respuesta-. Sé que es osado de mi parte ya que apenas te conocí hace unas horas, pero ¿qué dices?

-No lo sé como bien has dicho apenas nos conocemos y podrías resultar ser un asesino en serie o algo así -respondió la señorita altanera.

-No seas exagerada -su amiga rodo los ojos-. El guapi... el señor es el jefe de tu papá.

-Exacto, soy inofensivo, anda si luego de una cita no quieres volverme a ver lo entenderé- dije queriendo convencerla-. Lo prometo.

-Esta bien.

-Pasare por ti a las 17 : 00 pm y necesito tu dirección.

-¿Para qué?

-¿Cómo ira a buscarte si no sabe la dirección, idiota?- inquirió su amiga.

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