Capítulo 12

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Antonella

A la mañana siguiente, fuimos al centro comercial. Después del beso de Mikey, no me he atrevido a mirarlo a la cara. Me da vergüenza, no sé por qué. La interacción aún me parecía como un sueño, y el simple hecho de estar cerca de él me hacía sentir nerviosa.

—Anto, mira, ¿te gusta? —Camila me muestra una pulsera de cuero marrón bastante bonita.

—Sí, está chula —la miro y cojo otra igual pero de color negro. Al tenerla en mis manos, la imagen de Mikey se me viene a la mente. Me giro instintivamente para mirarlo y me doy cuenta de que él estaba observándome con atención. Mi corazón se aceleró, y rápidamente me di la vuelta, sintiendo una ola de nervios.

—¿Te gusta esa? —me pregunta Camila, notando mi incomodidad.

Asiento mirándola.

—Supongo que es para mi hermanito, ¿no? —me susurra con una mirada pícara.

—¿Qué te hace pensar eso? —le susurro, tratando de disimular mi sorpresa.

—Pues que nada más cogerla, lo miraste.

—Mentira.—negué rápidamente, un poco avergonzada.

—Verdad —responde Camila. —¿Por qué no se la das? Seguro le gusta.

—¿Y para qué? Él seguro tiene muchas cosas más bonitas y caras. Esto sería algo insignificante.

—Para él no lo sería, porque es tuyo.

Sus palabras me sorprenden. No puedo evitar sonrojarme ante la idea de regalarle algo tan simple, pero tan significativo.

—Venga, vamos a comprarla antes de que se den cuenta —me agarra de la mano y vamos a la caja registradora.

—¿Solo esto, chicas? —pregunta la cajera, mirando el precio de las dos pulseras que acabamos de elegir.

—Sí, eso es todo —responde Camila con una sonrisa. —Por favor, ¿puede envolver la pulsera de cuero negro en papel de regalo?

—Por supuesto —sonríe la cajera, coge varios papeles, los coloca sobre la mesa y nos los muestra. —¿Qué color, chicas?

Camila me mira, esperando una respuesta.

—Oh emm... —examine todos los papeles con atención —El blanco con estrellas negras, por favor —le sonrío.

—Ok, ahora mismo —la cajera guarda los demás papeles y corta un trozo no muy pequeño del papel que le había indicado, coloca la pulsera en el centro y comienza a envolverla.

—Aquí tienen —nos entrega una bolsita con los artículos dentro y nos dice el precio. Pagamos y salimos de la tienda, reuniéndonos con los chicos que esperaban afuera.

—Última tienda, chicas. Rayo y yo tenemos que salir a hacer unas diligencias —dice Pluto, sonriéndonos.

—¿Dónde quieres ir, Anto? —me pregunta Camila.

—Donde quieras, Cami —le sonrío.

—Mmm, ya sé, ya sé —camina hasta una tienda de lencería y pijamas. —Necesito ropa interior nueva y tú también, vamos —me tira del brazo con entusiasmo.

Los chicos entran detrás, y Camila suelta mi mano para tomar la de Pluto y llevárselo lejos de Mikey y de mí. Observo a Mikey, que está mirando la ropa interior en la tienda con una expresión indescifrable.

—No me digas que te vas a poner ropa interior —bromeo al verlo.

—Mmm... yo no, tú sí —me enseña un conjunto de lencería de color rojo vino de tela fina y transparente.

—No pienso ponerme eso.— reí, con sarcasmo viendo esa telita.

—Haz lo que te digo.— respondió, con un semblante serio, que hacía temblar a cualquiera.

—Tú no me mandas, no me lo voy a poner.— fruncí el ceño, molestándome un poco.

—No me hagas ponértelo yo, muñeca. — su voz fue más tenebrosa, lo que me hizo tragar grueso de los nervios. El tono en que lo dice me hace creer que habla en serio. Él sería capaz de todo.

—Está bien —bufé, molesta. Le quito el conjunto de las manos y entro en uno de los probadores que hay al fondo.

Me deshago de la ropa que llevaba puesta y me pongo la lencería que me dio Mikey. Es bastante erótica y me siento casi desnuda con ella puesta. Me doy varias vueltas frente al espejo, evaluándome, en verdad me quedaba bastante bien, me hacía ver mas sensual. Mikey tenía buen gusto.

La cortina se desliza hacia un lado, y me doy cuenta de que Mikey ha entrado en el probador. Mi corazón se acelera de inmediato.

—¿Qué coño haces? ¡Fuera de aquí! —lo miro frunciendo el ceño, cogiendo mi abrigo para cubrirme de inmediato.

—Quiero verte con el conjunto puesto —desliza de nuevo la cortina para cerrarla.

—No, así que, chao —intento empujarlo fuera del probador, pero es inútil.

Mikey toma mi muñeca y la levanta ligeramente, sorprendiéndome. Suelto inconscientemente la chaqueta, que cae al suelo y me deja expuesta.

—Joder —me observa de pies a cabeza. Su mirada era intensa y cargada de deseo, y yo podía sentir el calor de su mirada sobre mi piel.

En ese momento, mi deseo de provocar y mi necesidad de venganza se encontraron. Quería que él sintiera lo que yo había sentido. Su erección era palpable, y sabía que estaba teniendo un efecto profundo en él. La atmósfera se cargó de tensión.

—¿Te gusta? —pregunto, soltándome lentamente de su agarre.

—Me encanta —coloca un mechón de mi pelo detrás de mi oreja.

Clavo mi mirada en sus ojos celestes, ahora oscurecidos por la excitación. Pongo mis manos en su pecho, haciéndolo retroceder hasta quedar pegado al espejo detrás de él.

—Usted es un pervertido, señor Grace —deslizo mis manos por su abdomen, notando cada cuadrito debajo de la camisa.

—No lo soy, solo admiro lo que es mío —susurra, pasando su lengua por mi lóbulo y antelóbulo, provocando un escalofrío que recorre mi cuerpo. Su mano se posa en mi espalda, sintiendo como sus grandes manos comienzan 

Antonella, no caigas ahora

—No se supone que tenías cosas que hacer —retiro mis manos de su abdomen y retrocedo.

Asiente sin decir una palabra, recorriendo todo mi cuerpo con sus ojos azules.

—¿Ya estás contenta? —pregunta, acariciando su barbilla, visiblemente molesto.

—¿De qué hablas? —lo miro confundida, haciéndome la desentendida.

—De haberte puesto cachondo. Eso es lo que querías, ¿verdad?

—No sé de qué hablas.

—Mira, muñeca —comienza a avanzar hacia mí —Primero, no juegues conmigo —coloca su mano de golpe en el espejo, acorralándome —Y segundo, no te rompo el culo ahora mismo porque sé controlarme, así que mejor no acabes con mi paciencia.

Sin añadir nada más, sale del probador. Me quedo anonadada, el efecto de sus palabras y su presencia me deja en un estado de confusión. Sabía que tenía que ponerme en guardia, pero también sabía que no podía evitar la forma en que me hacía sentir. Este hombre sabía cómo ponerme nerviosa, y eso era algo que me inquietaba profundamente.

Adicto amor [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora