Capítulo 26

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Llegamos a casa después del intenso momento en el auto, y al darnos cuenta de que Camila y Margarita no estaban, una sensación de alivio y determinación nos envolvió.

— ¿De verdad las vas a ayudar? — pregunté, con una mezcla de incertidumbre y esperanza.

— Ya te dije que sí, muñeca. No te voy a dejar sola en esto —dijo Mikey, deshaciéndose de la ajustada chaqueta gris del traje. Me acerqué a él, tomando sus manos en las mías.

— Gracias, Mikey. No sabes lo que significa para mí. Necesito salvarlas; no es justo que tengan ese destino tan cruel —suspiré, dejando que mi tristeza se hiciera visible.

— Y no lo tendrán. Yo las salvaré —afirmó con una determinación que me reconfortó.

— Las salvaremos, querrás decir.

— No.

— ¿Qué quieres decir con eso? — me crucé de brazos, frunciendo el ceño.

— No estamos casados, no somos una sola carne. Así que no, yo actúo por libre —me guiñó el ojo con una sonrisa desafiante.

— ¿Y eso qué tiene que ver, Mikey? Quiero ayudarte —rechacé su actitud, molesta por su postura.

— Me ayudarás quedándote aquí en casa —dijo, caminando hacia el baño. Su actitud me hizo pensar que tenía miedo de que me lastimaran, y eso me frustraba.

— Amor —lo abracé por la espalda, deteniéndolo—. Por favor, déjame ayudarte —susurré, apoyando mi frente en su espalda musculosa. Él tomó mis manos y las colocó en su pecho, permitiéndome sentir sus pulsaciones tranquilas.

— No quiero que te pase nada, Antonella. Nunca me lo perdonaría —dijo con un tono suave y preocupado.

— Voy a estar bien, te lo prometo —le di un suave beso en la espalda. Se giró para mirarme con un semblante más relajado.

— Está bien, pero harás lo que te diga —dijo, colocando un mechón de mi cabello detrás de mi oreja—. Nelson vendrá con los planos del recinto donde tienen a las mujeres.

— Oki —le sonreí, sintiéndome un poco más aliviada—. ¿Nos damos un bañito? —pregunté con una sonrisa juguetona.

— Vale, preciosa —me cogió en brazos—. Vamos al baño.

Empezamos a llenar la bañera con agua tibia. Mientras la bañera se llenaba, eché una bomba de baño color granate, que llenó el aire con un aroma relajante. Nos quitamos la ropa y entramos juntos en el baño. Nos sumergimos en el agua, disfrutando de un baño relajante lleno de besos, mimos y caricias.

— Ya está —dijo Mikey, terminando de secar mi cabello con la toalla.

— Gracias, amorcito —sonreí, mirándolo a través del espejo.

— De nada —me dio un suave beso en los labios, y la calidez del momento me hizo sentir más cercana a él que nunca.

Toc, toc.

— Adelante — dijo Mikey, poniéndose una camiseta de tirantes blanca que le quedaba como anillo al dedo.

Nelson entró con un gran papel enrollado en sus manos.

— ¿Vamos? — preguntó, alzando el que supuse era el plano.

— Claro — respondí con determinación, guiando a Nelson y a Mikey al despacho, donde nos encerramos los tres.

Nelson desplegó el plano sobre la mesa y comenzó a explicar detalladamente. Nos mostró las entradas y salidas, las ventanas accesibles, los conductos de ventilación, y la disposición de los guardias y las habitaciones donde estaban las chicas.

Adicto amor [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora