Capítulo 20

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Un exquisito olor se introdujo en mis fosas nasales, despertándome hambriento. Estiré mi mano en la cama para buscar a Antonella, pero no la encontré; su lado estaba vacío.

— ¿Princesa? —susurré adormilado, abriendo poco a poco los ojos.

Al no verla ni escucharla en el baño, me levanté. Me estiré para destensar los músculos y procedí a bajar en busca de Antonella.

Escuché una música suave que provenía de la cocina. Al entrar, vi la hermosa imagen de mi mujer moviendo su cintura al ritmo de la música, vestida con una de mis camisas y unas tangas blancas, mientras preparaba huevos revueltos.

Me senté en una de las sillas frente a ella. Estaba tan concentrada y absorta en su mundo que no se dio cuenta de mi presencia.

— This is more than a crush, more than a like-like... —Al darse cuenta de que la estaba mirando, se asustó y pegó un grito— ¡AAAAAAAAA! —se tapó los oídos.

— Wow, grito de guerra —la miré con una sonrisa.

— ¿Qué haces ahí, Mikey? ¡Qué susto! —se tocó el pecho, intentando estabilizar su respiración.

— No estabas conmigo. Había un olor delicioso, así que vine a ver qué pasaba y me encontré con esto, así que me senté a observar —apoyé mi cabeza en mi mano.

— Podrías haberme avisado —frunció el ceño, haciéndose la molesta.

— ¿Y perderme ese bailecito? —me levanté y me acerqué a ella, tomándola de la cintura para acercarla a mí y besarla. Ella correspondió al beso, acariciando mis brazos.

— Vamos a ver la ciudad de al lado y luego te enseño la sorpresa que te tengo, ¿vale?

— Ok —sonrió con emoción y se apartó de mí para continuar con el desayuno.

Miré los platos en la encimera: dos tostadas con aguacate y bacon al lado.

— ¿A dónde tan americana? —bromeé, tomando un trozo de bacon para darle un mordisco, pero Antonella me dio un manotazo y me lo quitó.

— Oye, quieto —lo dejó en el plato—. Espera a que ponga los huevos.

— Ok, ok —me senté, mirándola.

Terminó de servir el desayuno y nos sentamos a comer con total tranquilidad. Cuando terminamos, recogimos todo juntos.

— Ve a ducharte —le di un suave azote en las nalgas, el contacto resonó en la cocina.

— ¡Mikeeey! —se sobó la parte nalgueada.

— ¿Qué? Ayer te di más fuerte y no te quejaste —introduje mis manos en los bolsillos de los pantalones. Ella me miró en silencio y subió al cuarto.

Me reí internamente.

Entramos al baño de la habitación y nos duchamos. Antonella tomó la alcachofa y la pasó por mi cuerpo, eliminando todo rastro de espuma.

— No te olvides de abajo —la miré.

— Nunca —dijo, agarrando mi miembro con una de sus manos para limpiarlo bien—. Estás algo duro, ¿todo bien? —lo apretó un poco, elevando mi excitación.

— Siempre me levanto así, como una roca.

— Mmm... Ya —sonrió maliciosamente y lo soltó. Salió de la ducha ya limpia, dejándome con las ganas.

Maldita seas, Presly.

También salí, me sequé y me alisté. Me puse unos pantalones vaqueros negros ajustados y una camiseta blanca.

Adicto amor [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora