Capítulo 32

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Antonella

Ya había amanecido. Mikey estaba terminando de alistarse para partir hacia Rusia, el país donde tenía que cerrar un negocio importante. No podía negar que estaba nerviosa; la idea de estar tan cerca de gente involucrada en armas y muerte me ponía un poco tensa.

Me miré al espejo, suspirando mientras revisaba mi atuendo: llevaba un pantalón blanco de corte flare, un corsé negro que no era demasiado apretado, y unos zapatos bajos para estar cómoda durante el viaje. Mi cabello estaba recogido con una pinza blanca con detalles dorados, dejando algunos mechones sueltos que enmarcaban mi rostro.

— ¿Lista? — preguntó Mikey con su voz ronca y el semblante serio de siempre.

— Sí — retoqué mi gloss, cogí mi cartera negra y le sonreí — Lista.

— Ok, vamos — dijo, dándose media vuelta y saliendo de nuestra habitación.

¿Ni un "qué guapa estás, muñeca"?, pensé, sintiendo un pequeño gruñido de frustración por su indiferencia mientras bajaba tras él.

Antes de salir, Margarita, se acercó para despedirse.

— Adiós, cariño, cuídense mucho, ¿sí? — me dio un cálido abrazo, besando mi mejilla con afecto.

— Gracias, igualmente. Nos mantendremos en contacto — correspondí su abrazo con amabilidad.

— Ok, preciosa — dijo, satisfecha con mi respuesta.

— Adiós, Cami — abracé a la pequeña haciendo pucheros como ella.

— Bai bai — correspondió, imitando mi gesto.

Una vez fuera, nos dirigimos al auto, donde Dante, el guardaespaldas de Mikey, nos abrió la puerta.

— Gracias — le agradecí mientras entraba al coche. Él asintió en silencio.

Dentro del auto, observé a Mikey mientras se quitaba las gafas de sol y las guardaba en el bolsillo de su camisa. Me acerqué y, sin previo aviso, junté nuestros labios, besándolo lentamente, disfrutando del contacto.

— ¿Estás molesto? — pregunté, haciendo una breve pausa para mirarlo a los ojos.

— ¿Por qué lo estaría? — respondió, sosteniéndome la mirada.

— Casi no me has hablado hoy — acaricié suavemente el cuello de su camisa, buscando alguna reacción.

— ¿Qué quieres que te diga?

— Pues, un "buenos días" no estaría mal, o un besito también... — hice un puchero, mirando su pecho parcialmente descubierto.

— Buenos días, muñeca — susurró en mi oído, depositando un suave beso en él.

— Así mejor — solté una risita, perdiéndome en sus ojos azul cielo. Era como ver el mar reflejado en ellos, y eso me daba una sensación de paz y tranquilidad — Tienes unos ojos muy hermosos — comenté, sonriéndole.

— Los tuyos también son muy hermosos — jugueteó con los mechones sueltos de mi cabello.

— No lo creo, es un color normal.

Negó con la cabeza, como si mi respuesta le pareciera incomprensible.

— Puede ser, pero dicen mucho de ti.

— ¿Cómo qué? — su respuesta me sorprendió.

— Lo especial que eres, lo loca que estás, lo preciosa y hermosa que eres — acarició mis mejillas con ternura.

No pude evitar sonreír por sus palabras. Mikey casi nunca me decía cosas bonitas como esas, y no pude evitar sonrojarme.

El camino fue largo, así que aproveché para tomar una siesta. Estaba bastante cansada y necesitaba descansar antes de enfrentar lo que nos esperaba en Rusia.

Adicto amor [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora