Capítulo 5

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Mikey

Subía hacia el cuarto donde estaba Antonella. Iba a bajarla al comedor aunque me muela a puñetazos. Cuando llegué a su habitación, noté que su puerta estaba abierta.

Apenas la dejan libre y ya quiere escaparse.

Saqué mi teléfono y le envié un mensaje a Pluto diciéndole que Antonella se había fugado, pidiéndole que activara las cámaras para localizarla. Respondió de inmediato con un "Entendido".

Recibí una imagen donde Antonella corría hacia la salida trasera de la mansión. Con esas piernas cortas y el jardín tan extenso, no llegaría lejos. Ordené a los guardias bloquear la salida hasta que yo llegara.

Caminé con calma hasta llegar hacía ella. Intentaba forcejear con los guardias mientras soltaba una serie de improperios en español y francés.

— Antonella, ¿qué estás haciendo? — pregunté cruzando los brazos, confundido. Ella se giró hacia mí con expresión de resentimiento.

— ¡Pues escaparme! ¿Qué crees, que quiero estar aquí? — gritó resonando en todo el lugar. 

— Lo siento, querida, pero no va a ser posible. No te escaparás tan fácilmente de mí — me acerqué y la sujeté como un saco de papas, mientras ella pataleaba y protestaba en francés.

— ¡Bájame, Mikey! — forcejeaba desesperadamente. No le respondí, llevándola de vuelta a su habitación. — Vas regretter d'être né, pédé!— me golpeó la espalda varias veces.

La tiré en la cama al regresar a la habitación. La imagen que se reveló ante mí era tentadora: su camiseta roja de tirantes subida, uno de ellos cayendo por su hombro, y sus pantalones negros deslizándose por sus movimientos bruscos, revelando su hermosa cintura.

Mis deseos hacia esta mujer aumentaron y no sabía cuánto más podría contenerme.

— Mikey, por favor, déjame ir. Piensa en mi mamá, no diré nada de que me tienes aquí, lo juro — me suplicó con una inocencia que aumentaba mi deseo al tenerla así en la cama.

— Lo siento, Antonella, pero no — me acerqué lentamente, sujetándola con firmeza mientras ella me miraba con ojos que me volvían loco. La atrapé entre mis piernas, negándole cualquier movimiento.

Ella me miró sorprendida, su respiración acelerándose. 

— ¿Qué haces, Mikey? Suelta por favor — intentó soltarse, mirándome a los ojos. Sus ojos se expresaban con miedo, pero su miedo solo aumentaba mi placer.

— Tranquila, no haré nada que no quieras — intenté calmarla — Aunque muero de ganas por hacerte gritar mi nombre mientras te follo fuertemente — susurré en su oído, lamiendo su hélix. Sus mejillas se colorearon levemente, sus ojos brillaban y su respiración temblorosa se encontraba con la mía, cargada de deseo.

Ella me miró a los ojos, rendida.

— No querrás, pero tu cuerpo dice otra cosa — sostuve sus manos con una de las mias y comencé a acariciar sus pezones con la otra, lentamente. Cerró los ojos, mordiéndose el labio mientras su cuerpo respondía involuntariamente.

— Mikey, por favor... déjame — susurró con la respiración agitada, mirándome de nuevo.

Maldición, cálmate.

La solté y me levanté.

— Tu cena llegará pronto, así que date una ducha y come algo. Mañana viajamos temprano.

— Mikey... por favor — se arrodilló en la cama, mirándome con los ojos tristes.

— Prometo que si en Italia decides no seguir conmigo, te llevaré a casa personalmente — quedó un silencio entre nosotros. No estaba contenta, pero sabía que no podía hacer más.

— Está bien — susurró desanimada, bajando la cabeza.

— Buenas noches. Mañana podrás hablar con tu mamá — salí de la habitación y fui hacia la mía. Mañana sería un día largo, así que decidí dormir ya.

Al amanecer siguiente, salí de mi habitación listo, con un esmoquin negro. Fui al cuarto de Antonella para ver si ya estaba despierta. Al entrar, la encontré dormida en la cama, solo con una camiseta de tirantes negra y unos shorts cortos grises. Me senté en el borde de la cama para admirar su piel desnuda de cerca, se veía tan suave, y hasta aquí me llegaba su suave olor a vainilla. Pasé mis manos por sus muslos hasta llegar a su cintura y toqué el borde de su pantalón.

Qué mujer..

Continué acariciando sus caderas hasta que decidí meter un dedo bajo su ropa. Su piel suave y su aroma me estaban volviendo loco.

— Mmm... — se movió ligeramente, abriendo poco a poco los ojos. Se encontraron los míos por un momento antes de bajar a mi mano que seguía tocando su abdomen. —  ¿Mikey, qué estás haciendo? — se incorporó, asustada, al verme. Se cubrió con las sábanas tomando distancia.

— Nada, vine a ver cómo estabas y... bueno, te pillé así — la miré detenidamente, su inocencia era palpable y eso me encantaba de ella.

— No vuelvas a ponerme una mano encima, o te la corto — dijo con tono amenazante, fulminándome con la mirada, pero solo se me hizo mas tierna.

— Pero ayer te pusiste caliente — levanté las cejas, recordando sus pezones erectos bajo mi tacto.

— Mentira, fue el susto — respondió, mirando hacía otro lado mientras sus morenas mejillas se coloraban.

— Claro... — acerqué mis dedos a su barbilla, acariciándola lentamente. Ella se apartó bruscamente. — Nos vamos en hora y media, así que ve preparándote. — me levanté de la cama.

— Te dije ayer que no me iré. Tengo familia, Mikey, y no la dejaré por tus caprichos de mujeriego asqueroso.

— Pensé que habíamos hecho un trato — crucé los brazos, mirándola seriamente.

— Solo dije "ok", no que me iría — también cruzó los brazos.

— Mira, Antonella, me importa poco lo que quieras. Te vistes tú o te visto yo — la miré fijamente, provocando su rabia.

— No te atreverías — levantó la barbilla con orgullo.

— No me retes — aseguré, mostrando que lo haría de verdad. Ella dejó de discutir.— Nos vemos abajo. No me hagas esperar — salí de la habitación. Al salir, escuché cómo suspiraba fuerte y se preguntaba a sí misma:

¿Por qué a mí?

Adicto amor [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora