Mikey
Recibí la llamada angustiosa de Camila: Antonella había sido "secuestrada" misteriosamente en el baño. Esas palabras me hicieron retorcerme y sentir un miedo desconocido. Había visto varias llamadas perdidas de Antonella, que no pude contestar.
No suelo ser de los que se afectan profundamente por la pérdida de un ser querido o alguien cercano, pero con Antonella he aprendido lo que significa estar acompañado, lo que es temer perder algo o alguien. Ella me ha enseñado lo que es amar y ser amado.
No tardé en hacer una búsqueda exhaustiva por toda la ciudad. Si hacía falta buscarla debajo de las piedras, lo haría hasta encontrarla y tenerla junto a mí. En pocas horas recibí la llamada de Alonso, mi padre. Me dijo que él la tenía y que Antonella había ido sola creyéndose montones de mentiras. Me dolió más que me molestó que Antonella no confiara en la protección que le había proporcionado a su familia, pero la entiendo, no contesté sus llamadas, no fui ayudarla.
No tardé en subirme a unas camionetas blindadas para ir a su rescate. En el camino ideamos un pequeño plan, ya que lo que Alonso pedía a cambio de soltarla era imposible. Me dijo que si le devolvía todas las ciudades arrebatadas en Italia la dejaría ir. No iba a traicionar a Rusia, que era mi gran aliado, pero tampoco iba a perder a Antonella. Ella era más importante, pero si devolvía todo, Rusia se me echaría encima, y eso sería mucho peor que Alonso.
A unas cuadras de la bodega, las furgonetas blindadas se detuvieron para no ser vistas. Mis hombres se esparcieron por el campo abierto y seco, escondiéndose detrás de pequeños árboles, objetos tirados y hasta en el mismo furgón.
Yo fui a la puerta principal en un auto individual y me encontré con dos guardias vigilando la entrada. Me limité a mirarlos y me encaminé hacia dentro.
— Hijo mío —dijo Alonso abriendo los brazos de par en par para recibirme con un abrazo que no ignoré.
— ¿Dónde está Antonella? —fui directo al grano. Quería saber cómo estaba, si le había pasado algo. Sentía mi cuerpo encogido por la preocupación y el desespero de verla, besarla y cuidarla.
— Oh, vamos, ¿no me digas que prefieres más a esa chica que conoces desde hace menos de un año que a tu propio padre? —rio.
— Los años no son un impedimento para nada. Ella me enseñó que en solo meses puedes ver las cosas de manera diferente, pero tú, en años, solo me enseñaste sobre la sangre y el mundo del narcotráfico.
— Ay, hijo, pasado pisado —extendió su mano hacia la mía para estrecharla.
— O me la enseñas o te juro que acabo contigo —mi expresión seria se intensificó tanto que incluso la actitud de Alonso cambió.
— No estás en condiciones de amenazarme...
— Ni tú de enojarme.
Un silencio tenso se formó entre nosotros, con miradas de desprecio y odio penetrando nuestros ojos.
— Está bien, pero cuidado con lo que intentas, hijito. Un movimiento en falso y, en vez de matarte a ti, mataré a ella —la risa macabra volvió a resonar.
— Déjame verla ya —ante su advertencia, me enfurecí más. Alonso ya sabía que mi punto débil era ella y comenzó a atacar desde allí.
Rio sin más y se encaminó por un pasillo oscuro hasta detenerse frente a una puerta.
— Recuerda, un movimiento en falso y la mato...
No hice caso a sus amenazas y entré de inmediato. Allí estaba Antonella, amordazada en una silla. Odié verla así, ella no merecía eso.
Sus ojos se llenaron de esperanza y lágrimas. Estaba avergonzada y enojada consigo misma por haberse dejado engañar. Intenté convencerla de que saldríamos de esta, aunque sabía que no sería fácil.
— Quédate aquí, Nelson vendrá a por ti —dije acariciando su melena.
— ¿Mikey, qué vas a hacer? —sus ojos se clavaron en los míos.
— Lo que debí haber hecho desde el principio —me incorporé, saqué el arma de la parte trasera de mi pantalón—. Matarlo —la cargué y la coloqué por delante.
— Mikey, por favor, cuídate. Te recuerdo que no tienes mucha suerte con las balas, y más de una te ha tocado.
— Lo sé, pero he sobrevivido a más de una, ¿no? —en sus ojos brilló la esperanza y asintió.
— Te amo, Mikey...
— Y yo a ti, Antonella —deposité un largo y suave beso en sus labios, intentando dejar claro cuánto la amo y aprecio. Sin ella, estaría acabado y nunca habría encontrado la paz que ella me hace sentir.
Me incorporé para salir de la sala, pero las palabras de Antonella me detuvieron:
— Mikey, por favor, cuídate...
En su voz se notaba el miedo a perderme, pero intentaría salir ileso de todo esto, solo por ella. No dije nada al respecto, no quería darle falsas esperanzas.
Salí de la habitación y me encontré con un guardia que custodiaba la puerta. Él me condujo a otra habitación donde Alonso estaba fumándose un cigarro y jugando con su mechero.
— Entonces, ¿qué trato? —sonrió con orgullo.
— No creas que será tan fácil darte todo lo que te quitamos. No solo estoy yo en esto, también está Rusia —introduje mis manos en los bolsillos en señal de serenidad.
— ¿Crees que eso es mi problema? No haberme quitado nada desde el principio, y nada de esto hubiera sucedido.
— No, no es tu problema, pero tampoco el mío.
— Mikey, quiero todas mis ciudades completas o te juro que —lo interrumpí.
— Sabes que las cosas no las resuelvo de buenas maneras —puse mi mano en la empuñadura de la pistola y lo apunté.
— En algo te pareces a mí, ¿no? —su sonrisa cínica se desvaneció al ver mi actitud.
— Tal vez —quité el seguro sin dejar de apuntarlo y avisé a Pluto por teléfono que se pusiera manos a la obra.
— ¿Qué estás haciendo? —su pequeña sonrisa se desvaneció al ver el teléfono.
— Te voy a hacer pagar por todo lo que le hiciste a mi madre, a Camila, a Nelson, a Antonella y a mí —lancé unas esposas sobre la mesa—. Te las pones con las manos hacia atrás. No quiero ningún movimiento raro porque la primera bala va para tu pierna y luego para tu polla.
— Te juro que te arrepentirás —con una mirada fulminante, se colocó las esposas con las manos en la espalda.
Revisé que estuvieran bien ajustadas.
Dejé el arma en la mesa, no muy lejos de mi alcance, y me acerqué a él, de brazos cruzados.
— Quién lo diría, que tus propios hijos acabarían contigo.
— Eso es lo que tú crees —su sonrisa arrogante volvió a aparecer, pero un golpe seco en el abdomen hizo que desapareciera.
Un quejido repugnante salió de su boca, seguido de una tos. Lo que no sabía era que esto era solo el comienzo.
Recordé cada momento de sufrimiento, lágrimas y tristeza que le causó a mi madre, acumulando más rabia dentro de mí. Me desquité con su rostro y abdomen. La imagen de Camila también me vino a la mente, y mi próximo movimiento fue un duro puñetazo en los genitales, provocando un fuerte gruñido y grito de dolor.
Toda mi furia se volcó en él con golpes duros en la cara, el abdomen y la parte baja. Su cara estaba ensangrentada por las heridas, igual que sus labios y cejas. Nunca había resuelto los problemas por mí mismo; siempre mandaba a mis guardias a golpear. Pero esta vez, el asunto iba más allá de un kilo de coca perdido.
Iba a continuar cuando escuché pasos rápidos aproximarse. Tomé el arma y apunté a la entrada justo cuando uno de mis guardias irrumpió en la habitación.
— ¡Señor, hay que irse, una bomba explotará en el edificio!
Mierda.
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Adicto amor [#1]
RomanceAntonella Presly una chica responsable y amable, con un sueño que seguir y conseguir se encuentra con Mikey Grace, un gran empresario el cual tiene una vida ajetreada con el tema de contrabando de armas y dinero. Un amor lleno de pasión y poder...