Me bajé las gafas de sol, el sol italiano brillando con fuerza sobre la playa, mientras Antonella se acercaba, el agua resbalando por su piel bronceada. Su bikini rojo, brillante bajo la luz, abrazaba cada curva de su cuerpo, dejando poco a la imaginación.
—Amor, ven a darte un baño, el agua está buenísima —dijo, escurriéndose el pelo con las manos, gotas de agua cayendo como pequeñas joyas al suelo.
—No, gracias —respondí, recorriéndola de arriba abajo con la mirada, deteniéndome en cómo el bikini marcaba sus pezones con una claridad que me hizo apretar los dientes. —¿No crees que se te marcan mucho los pezones?
—Es así el bikini, no tiene relleno —replicó, mirando sus pechos con una naturalidad que contrastaba con el calor que subía por mi cuerpo. Se encogió de hombros, como si no le diera importancia.
—Pues no me gusta —dije, mi tono serio, casi posesivo, mientras la miraba fijamente.
—Pues no me importa, yo me pongo lo que quiera —respondió, cruzándose de brazos, sus ojos brillando con una mezcla de molestia y desafío que me encendió aún más. Antes de que pudiera protestar, la tomé del brazo con suavidad, atrayéndola hacia mí y tumbándola debajo de mí en la tumbona, el calor de su piel contra la mía enviando una corriente eléctrica por mi cuerpo.
—Solo yo puedo mirar esos pezoncitos —murmuré, mi voz baja y cargada de intención mientras acariciaba uno de sus pezones con la yema de los dedos, un roce lento y deliberado. Antonella mordió su labio inferior, un gesto sutil que traicionaba su deseo, pero sus ojos mostraban una chispa de preocupación.
—Mikey, ¿qué estás haciendo? Estamos en público —susurró, sus mejillas tiñéndose de un rosa anaranjado mientras miraba a su alrededor, asegurándose de que nadie nos observara.
—¿Me ves con cara de que me importe? —respondí, inclinándome más cerca, mi aliento rozando su cuello.
—No... —admitió, su voz apenas un murmullo, atrapada entre la vergüenza y la excitación.
—Pues ya está —dije, pellizcando sutilmente sus pezones, lo que arrancó un jadeo suave de sus labios. Rápidamente, se cubrió el pecho con las manos, su rostro ahora completamente ruborizado, una mezcla de indignación y deseo en su mirada.
—Mikey, ya, por favor —suplicó, su voz temblando mientras seguía escaneando la playa con nerviosismo.
—Te ves tan linda así —dije, sonriendo de lado, mis ojos devorándola con una intensidad que no podía ocultar.
—¡Jódete, Grace! —espetó, levantándose de la tumbona con una mirada fulminante que solo me hizo reír.
—Tú y tu mal humor —respondí, volviendo a ponerme las gafas de sol, divertido por su reacción, aunque su enojo solo la hacía más irresistible.
—¡Veeeeen, por favoooor! —suplicó, cambiando de táctica y haciéndome ojitos, sus labios curvándose en una sonrisa que sabía perfectamente cómo desarmarme.
Suspiré, rindiéndome ante su insistencia, el calor del sol y su energía infecciosa debilitando mi resistencia. —Vale —dije, levantándome a regañadientes, sacudiéndome la arena de los pantalones.
—¡Sí, sí, sí! —exclamó, dando pequeños saltitos de emoción, sus manos tirando de mi brazo con entusiasmo infantil.
El resto del día lo pasamos entre risas, bailes improvisados al ritmo de la música que sonaba en un chiringuito cercano, y tragos fríos que dejaban un rastro de condensación en nuestras manos. Los demás nadaban y se zambullían en el mar, pero yo preferí quedarme en la orilla, observando a Antonella moverse con libertad, su risa resonando por encima del sonido de las olas, su cuerpo brillando bajo el sol. Cada movimiento suyo era una provocación inconsciente, y me costaba no arrastrarla de vuelta a la tumbona para reclamarla solo para mí.
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Adicto amor [#1]
RomanceAntonella Presly una chica responsable y amable, con un sueño que seguir y conseguir se encuentra con Mikey Grace, un gran empresario el cual tiene una vida ajetreada con el tema de contrabando de armas y dinero. Un amor lleno de pasión y poder...
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