Capítulo 33

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Me encontraba frente a aquel hombre, cuyo porte no me inspiraba la más mínima confianza. Su presencia emanaba una energía tan oscura que casi podía sentirla en el aire.

— Entonces, Altagracia... — dijo mientras extendía la mano, invitándome a que la colocara sobre la suya.

Algo en mi interior me advirtió: Ni se te ocurra darle la mano. Quién sabe qué cosas extrañas podría haber hecho con ella.

— Sí — respondí, tomando un sorbo de mi bebida mientras lanzaba una mirada rápida a Dante, quien observaba al hombre en silencio, con una seriedad que imponía.

— ¿Es tu... — dejó la frase en el aire, insinuando algo mientras me miraba con curiosidad.

— No — negué con calma, sin soltar mi vaso — Es mi guardaespaldas — intenté sonreír, pero la verdad es que probablemente puse una cara de lo más tensa.

Ser falsa no era lo mío.

— Vaya — respondió con sorpresa — ¡Escolta y todo! ¿Eres la esposa del rey de Rusia o algo así? — bromeó, sonriendo con descaro.

— Casi — respondí automáticamente, esbozando una sonrisa — Soy la esposa del rey de Italia — observé cómo su rostro se llenaba de asombro, incapaz de ocultarlo.

— ¿En serio? ¿Y cómo se llama ese rey tan afortunado? — preguntó, intentando recuperar la compostura.

— Quizás lo veas más tarde, está un poco ocupado ahora mismo — dije, tomando un sorbo de mi agua aromática.

El hombre empezó a acercarse a mí, sus intenciones eran claras tanto para mí como para Dante, quien se plantó entre ambos, impidiéndole avanzar. Con un gesto sutil pero firme, le dejó claro: "No te acerques."

— Lo siento, pero no puedo — me detuve un segundo y corregí — Mejor dicho, no quiero — sonreí, esta vez con sinceridad.

— Vamos, solo un ratito — insistió, ignorando a Dante, que se mantenía firme como una muralla frente a él.

De entre la multitud, vi cómo se acercaba mi pelinegro, su semblante serio, como siempre, pero con una intensidad que me hizo sentir segura.

— Te ha dicho que no — su voz cortante se escuchó detrás del hombre, quien se giró para mirarlo.

— No me digas que tú eres el rey de Italia — dijo con tono burlón, como si no creyera lo que acababa de escuchar.

— Lárgate — respondió Mikey, con una expresión tan feroz que no dejaba lugar a dudas.

— Está bien, está bien... — balbuceó el hombre, dando media vuelta y alejándose.

Mikey no le quitaba la vista de encima, sus ojos seguían al hombre con una mirada llena de desdén, una que dejaba claro que, si por él fuera, lo habría mandado a cavar su propia tumba.

— ¿Ya terminaste la reunión? — rompí el incómodo silencio que se había instalado entre nosotros.

— No, me avisaron que había un tipo molestando — dijo, volviendo su mirada hacia mí, con un tono tranquilo, como si no estuviera molesto en absoluto — ¿Qué quería? — preguntó, ahora con una calma que casi me desconcertó.

— Pues, según él, solo quería bailar... pero sus intenciones parecían otras — respondí mientras pasaba mis manos por su pecho — Vuelve a tu reunión, yo estoy bien — le di un suave beso en la mejilla.

— No hace falta, Pluto se quedará representándome — dijo, tomando mi mano y guiándome a través del club.

— ¿A dónde vamos? — pregunté, intrigada por su repentina decisión.

Adicto amor [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora