Capítulo 14

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Antonella

Había pasado un mes desde que regresé a casa con mis padres, quienes estaban encantados con mi vuelta. Me reincorporé a las prácticas de enfermería y también continué trabajando en el café. Dado que había estado secuestrada, nadie puso objeciones a mi regreso, aunque las preguntas sobre mi experiencia no cesaban.

— ¿Ya tienes la comanda, guapa? — me pregunta Lucía, la encargada del café.

— Sí, aquí tienes — le entrego la taza de café acompañada de una napolitana de jamón y queso.

— Gracias, preciosa — me guiña el ojo y se lleva la comanda a la mesa correspondiente.

Lucía siempre ha sido una persona muy amable y cariñosa. Se preocupa por cómo estoy y si he comido algo; para mí, es como una hermana mayor.

— En un rato cerramos. Toma la cuenta de los dos clientes de la mesa cinco y ya estaría — dice Lucía, dirigiéndose a mí.

— De acuerdo, empezaré a recoger la barra — le sonrío y me pongo a trabajar.

Abro el lavavajillas, saco las tazas, platos y vasos, y los coloco en el gabinete correspondiente. Luego cojo un trapo limpio, lo mojo, lo escurro y limpio toda la barra. Vacío el café de la cafetera, la limpio, recargo los barriles de cerveza y, finalmente, guardo los bollos y dulces del local.

— Listo — dice Lucía, sonriendo ampliamente mientras coloca una silla boca abajo sobre una mesa.

— Por fin — me estiro para relajar mis muslos.

— Hoy hubo bastante trabajo — se quita el delantal.

— Puff... demasiado. Estoy agotada. — suspiré, quitándome también el delantal.

— Lo sé. Nada más llegar a casa, pum, a dormir — se ríe.

— ¿Te vas a poner a dormir a las cinco de la tarde? — expresé con sorpresa riendo, pero yo también lo haría.

— Claro, ¿por qué no?— frunce el ceño levantando los hombros con una sonrisa.

Nos reímos juntas entrando al vestidor.

— ¿Quieres venir a merendar por ahí? — me pregunta, abriendo su taquilla.

— ¿No querías dormir? — bromeé dejando el delantal dentro, ya que no estaba sucio.

— Bueno, la verdad es que prefiero salir — se ríe.

— Qué rápido cambias de opinión, ¿no?

— ¿Sí o no? — me mira con una gran sonrisa.

— ¡Vale, vamos!— exclamé sonriente. En verdad necesitaba despejarme un poco, para no pensar en él.

Salimos del local con nuestras pertenencias, Lucía cierra la cafetería y caminamos hacia una cafetería cercana. Cuando llegamos, nos sentamos en la terraza, que estaba vacía. Pedimos un café y un donut para cada una.

— ¿Cómo te sientes? — pregunta Lucía, dándole un sorbo a su bebida y mirándome con atención.

— ¿A qué te refieres? — la miro, intentando evadir un poco su pregunta.

— Sabes a qué me refiero, Anto. Te conozco desde hace mucho y sé cuando no estás bien. Podrás engañar a otros, pero a mí no.

— No quiero hablar de ello, Luci. —miré mi taza con tristeza. Aún no comprendía por qué Mikey me había hecho esto.

— Sabes que puedes confiar en mí, ¿verdad? — acaricia mi brazo con suavidad, diciendo en un tono dulce que sonaba comprensivo.

— Lo sé, pero no estoy lista para hablar. Lo siento.— murmuré, sonriéndole ligeramente para no preocuparla.

Adicto amor [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora