Capítulo 13

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Mikey

Salí del probador donde se encontraba Antonella y me dirigí hacia Pluto, que estaba inmerso en la contemplación de varios conjuntos de ropa interior. Su expresión era de total concentración, pero no pude evitar hacer un comentario.

— Creo que talla para ti no hay — le dije, con los brazos cruzados.

— Ja ja ja — rio Nelson, pero su tono era más sarcástico que divertido. — Bueno, ¿cuándo le dirás a Antonella?

— Cuando lleguemos a casa — respondí con seriedad.

— ¿Cómo crees que lo tomará? — preguntó, con una mezcla de curiosidad y preocupación.

— No lo sé ni me importa, lo que hago es por su bien — contesté, intentando mantener la determinación.

— Eso sí — dijo, asintiendo.

Después de un rato más de compras, salimos de la tienda. Nelson, que estaba claramente cansado de las compras interminables, se quejó con algo de humor.

— Madre mía, un año comprando un conjuntito.

— Qué quejica eres, Nelson— le respondió con una sonrisa burlona. — Nadie se queja cuando tú te tiras una hora comprando corbatas de todos los colores.

— Siempre hay que ir preparado — replicó Nelson con un tono defensivo.

— Lo mismo digo, cara lámpara — le sacó la lengua de manera juguetona, y él respondió con un pellizco en la lengua, lo que provocó una queja de Camila.

Finalmente, llegamos al garaje del centro comercial y subimos al auto. Arranqué y me dirigí a casa, el trayecto transcurrió en silencio.

Una vez en nuestro hogar, bajamos del carro. Miré a Antonella, que estaba cerrando la puerta del vehículo, y me dirigí a ella con seriedad.

— Tenemos que hablar, Antonella — le dije.

— Dime — me respondió, mirándome con atención con esos grandes ojos.

Eché una mirada de advertencia a Nelson, quien captó la señal rápidamente y se llevó a Camila hacia adentro.

— Bueno, en pocas palabras, vas a volver a España con tu familia — dije, sin rodeos.

— ¿Qué? — su rostro se llenó de desconcierto.

— Lo que escuchas. Hoy por la tarde te vas a Madrid.

— ¿Pero por qué, qué pasó? — preguntó, con un tono de creciente angustia.

— No tengo que darte explicaciones, simplemente te vas.

Antonella frunció el ceño, su rabia era palpable. Hasta que estalló

— ¿Quién crees que eres, me traes aquí a la fuerza y ahora me echas como si nada? ¡No soy un juguete o un objeto!

— Antonella... — intenté decir algo, pero me interrumpió.

— ¡¿Qué, Antonella qué, ya te aburriste de mí, es eso?! — su voz estaba llena de dolor.

Vi cómo su rostro se llenaba de tristeza y desilusión. No entendía por qué estaba reaccionando de esta manera. Había tomado una decisión por su bien, pero parecía que no podía ver más allá.

— ¿Qué te hizo cambiar de opinión? Antes no querías estar aquí y ahora quieres quedarte — le pregunté, confundido.

— Pues... ya casi es Navidad y quería pasarlo con Camila y Nelson... — respondió, pero su tono no parecía sincero.

Adicto amor [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora