Capítulo 34

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Mikey

— Ya está el desayuno — dijo, mientras me servía un plato de tostadas con queso crema y una taza de café negro, preparado justo a mi gusto. — Sé que no te gusta desayunar algo muy pesado, pero quiero que comas algo para que tengas fuerzas hoy.

— Gracias — respondí, dándole un pequeño sorbo al café antes de coger la tostada y darle una mordida. Si eso la hacía feliz, yo estaba dispuesto a complacerla.

Antonella, alegre, se sentó junto a mí en el comedor y tomó su propia tostada, la cual estaba acompañada de un huevo. Le dio un mordisco mientras me miraba con curiosidad.

— Oye, Mikey, esas personas con las que tienes planes de asociarte, ¿ya las conoces desde hace tiempo? — preguntó, entre bocado y bocado.

— Sí, ya he hecho negocios con ellos antes. Son de mi confianza aquí en Rusia.

— Oh, ya veo... — respondió, relajando su postura al oír mi respuesta. Parecía aliviada.

Terminamos ambos de desayunar, nos alistamos y recogimos nuestras pertenencias. Una vez en el auto, nos dirigimos al lugar donde se llevaría a cabo la reunión.

— Muñeca, quiero que te pongas algo — le dije, sacando un pequeño objeto del bolsillo.

— ¿Qué es? — preguntó, mirándolo con curiosidad.

— Esto — le mostré el pequeño consolador que sostenía en mi mano. — Quiero que te lo pongas.

— ¿Qué? ¿Por qué? — preguntó, insegura.

— No hay un porqué — respondí con firmeza, deslizando mi mano bajo su falda y moviendo sus braguitas a un lado.

— ¡Amooor! Pero... está Dante... — susurró, echando una mirada nerviosa hacia el frente.

— Pues mejor — contesté, introduciendo el juguete en su vagina sin más preámbulos.

— Ah... — soltó un pequeño gemido mientras apretaba mi brazo, cerrando los ojos y apoyando su frente en mi hombro.

— Vas a pasar todo el día con esto — le susurré al oído.

— Te odio, Grace — murmuró, mirándome con un pequeño destello de desprecio en su mirada, aunque había un rastro de deseo en sus ojos.

Llegamos finalmente a un gran edificio con enormes ventanales. En la entrada, un cartel en ruso indicaba el nombre de la empresa, aunque no lo entendía.

— ¡Hello, big friend! — Vladimir me saludó con un fuerte apretón de manos y una palmadita en la espalda.

— Hello, Vladimir — respondí, correspondiendo su saludo con unas palmaditas en la espalda. — Look, this is my wife, Antonella — la señalé, y ella sonrió con calidez.

— Hi, nice to meet you — saludó Antonella, sonriendo tiernamente mientras estrechaba la mano que Vladimir le había extendido.

(Toda la conversación continuó en inglés)

— Bueno, acompáñenme, por favor. No se queden aquí — dijo Vladimir, extendiendo su brazo en dirección a la puerta de su empresa.

— Gracias — respondí, y Antonella y yo entramos cogidos de la mano.

— Parece bastante amable — me susurró Antonella en español.

— Sí, lo es, pero cuando se trata de negocios, es mucho más serio — le respondí en su idioma natal.

— Entiendo, tú también eres muy serio cuando se trata de negocios... y cuando no se trata de negocios — bromeó, intentando imitar un gesto serio, aunque de forma algo exagerada.

Adicto amor [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora