Capítulo 16

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Mikey

Ahí estaba ella, tan hermosa como siempre, pero su expresión mostraba confusión.

—¿Mikey? —me miró desconcertada.

—¿He cambiado tanto? Solo me teñí el cabello. — dije, mirándola con ese hermoso vestido blanco que conjuntaba tan bien con ella. 

Me había teñido el cabello de color negro, por una apuesta con Nelson; si me volvían a dar otro disparo tenía que teñirme el pelo, y así fue.

—¿Qué haces aquí, Mikey? —sus ojos se llenaron de rencor.

—He vuelto por ti. — expliqué con calma, viendo como su rostro se ponía colorado.

—¿Perdón? —alzó sus cejas, en signo de sorpresa—. ¿Quién te crees que eres? ¿Qué crees que soy? ¡No soy un objeto para que me andes trayendo de un lado a otro!

—No eres un objeto, lo sé, pero... —intenté explicar, pero ella me interrumpió.

—¡¿Pero qué, Mikey?! Me dejaste sola un mes entero, ¡un mes entero! ¡Y ahora vuelves como si nada!— alzó la voz. Entendía su enojo, pero no toleraba que me gritaran.

—Cálmate, Antonella —intenté mantener la calma.

—¡No, no me voy a calmar! ¡Eres un descarado, Grace, descarado! —empezó a golpearme el pecho con fuerza mientras repetía lo mismo una y otra vez.

—Basta ya, basta —agarré sus muñecas con fuerza, deteniéndola—. ¡Te dejé ir por ti, por tu bien! — nos miramos a los ojos. Su pecho subía y bajaba descontroladamente por el enojo.

—¡Mentira! ¡Todo es mentira! ¡Tú eres una mentira! —gritó, expulsando todo el dolor que llevaba acumulado dentro.

—¡¿Mi amor por ti también es una mentira, eh?!

—¡Tú no sabes lo que es amar! ¡Solo sabes poseer y mandar! — se movía para que la soltara, y eso hice, la solté de golpe y le di la espalda. Necesitaba controlarme, o de lo contrario podría perder el control.

—No sabes lo que es amar, Mikey, tú no sabes... —lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas, llenas de desesperación y tristeza.

—Casi muero por protegerte, ¿y me dices que eso no es amor?— levanté la voz también. Ella se sorprendió por mi respuesta—. ¡Esto fue por ti, para protegerte y cuidarte! — agarré los bordes de mi camisa y la rompí, mostrando el gran moretón y los puntos en mi pecho. —¡Por ti! ¡Para protegerte, para cuidarte!

Los ojos de Antonella se llenaron de lágrimas al ver la cicatriz en mi pecho. Respiré hondo, intentando tranquilizarme.

—Por ti, Antonella, todo es por ti —dije mientras me acercaba a ella para tomar entre mis manos sus mejillas, que ardían y estaban húmedas por las lágrimas. — Estuve en cama por unos días, la bala me había perforado una vena. 

—¿Por qué no me lo contaste? ¿Por qué nunca me cuentas nada, Mikey? —me miró con lágrimas en los ojos. Se apartó de mí y se sentó en una de las sillas del jardín, sollozando descontroladamente.

—No quería preocuparte —me acerqué y me agaché frente a ella, tomando con suavidad sus manos.

—Solo dime la verdad, por favor, por favor...

—¿Qué quieres saber?

—Todo, desde el principio hasta el final —me miró con un semblante agotado y triste.

Antes de que pudiera contestar, unos pasos y una voz que venían de la casa nos interrumpieron.

—¿Hija, qué pasó? —preguntó la madre de Antonella, saliendo al jardín y viéndonos.

Adicto amor [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora