Capítulo 29

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Había pasado una semana desde el rescate de las chicas. Todo estaba muy tranquilo, lo cual no era buena señal para Mikey. Nunca lo había visto tan tenso.

Mikey no había estado en casa mucho estos días. Se levantaba, se vestía y se iba. A veces me llamaba para decirme que no regresaría, que estaba demasiado ocupado. A menudo me encontraba preocupada, sin saber si estaba comiendo bien o si llegaría a casa esa noche.

Bajé a la cocina y encontré a Camila y Margarita preparando una caja de almuerzo para Mikey. Habían hecho algo de comida para él, y yo planeaba llevársela a su oficina.

—¿Qué tal? —pregunté, mirando a ambas.

—¡Wow, estás preciosa, querida! —exclamó Margarita, mirándome de arriba a abajo. Llevaba puesto un conjunto de dos piezas en rosa pastel: una falda tubo que llegaba justo por encima de las rodillas, un top de tirantes con un escote en forma de V, y una chaqueta a juego que cubría mi espalda y glúteos. Para completar el look, opté por unos tacones bajos en tono rosado.

—¿De verdad? —me miré de reojo, algo insegura.

—Sí, te queda muy bien —dijo Camila, besándome en la mejilla—. ¿No quieres que vaya contigo?

—No, gracias. Quiero hablar con Mikey y preguntarle qué le está pasando —sonreí mientras cogía la bolsa con la comida.

—Está bien. Dale saludos de nuestra parte —dijo Margarita.

—Lo haré. Bueno, ya me voy. Nos vemos luego para la cena. ¡Adiós! —me despedí de ambas con dos besos en las mejillas antes de salir de la casa.

Afuera, me esperaba Dante, mi guardaespaldas, quien había sido asignado por Mikey para acompañarme si decidía salir.

—Hola, Dante —le regalé una amplia y cálida sonrisa.

—Hola, señorita —respondió en un marcado acento italiano. Estaba aprendiendo un poco de español para comunicarse mejor conmigo.

—Por favor, llévame a la empresa de Mikey —intenté hablar despacio para que me entendiera. Dante se quedó pensativo por un momento.

—¿Señor Grace? —preguntó.

—Sí, por favor —le sonreí. Dante era muy atento y amable conmigo, además de ser bastante apuesto: ojos verdes, cabello castaño, un poco de barba, piel bronceada y un físico atlético, aunque no tan musculoso como Mikey o Nelson.

Subimos al auto y nos dirigimos a la empresa.

Era un día precioso, con mucho sol y una temperatura agradable.

Llegamos rápidamente. Bajé del auto y me despedí de Dante antes de entrar.

—Hola —saludé a Manuela, la recepcionista, con una sonrisa.

—Hola, señorita —respondió ella, levantándose con una sonrisa—. ¿Qué la trae por aquí? —preguntó curiosa.

—Vine a ver a Mikey. Nelson me dijo que estaba aquí, así que pensé en traerle algo de comer —le mostré la bolsa.

—Oh, entiendo. Sí, el señor está en su despacho. Si quiere, puedo avisarle que está aquí —dijo, alcanzando el teléfono.

—No, no es necesario. Quiero sorprenderlo. Hace tiempo que no lo veo seguido y quiero darle una sorpresa.

—Entendido, señorita —sonrió ampliamente—. Adelante, entonces.

—Gracias —le devolví la sonrisa y me dirigí al despacho de Mikey. Me detuve frente a la puerta, sintiéndome un poco nerviosa. Habían pasado tres días desde la última vez que lo vi—. Vamos, Anto, tú puedes —me dije a mí misma antes de soltar un suspiro y tocar la puerta. Escuché su voz decir "adelante" desde el interior.

Adicto amor [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora