Capitulo 37

19.3K 886 170
                                    

Apoyé mi cabeza en el cabezal del asiento del auto mientras observaba a Mikey.

Mikey había pasado toda la noche fuera. No me dijo dónde había estado, pero por las marcas en sus manos supe que había dejado al amigo de Camila al borde de la muerte. De hecho, él había llamado pidiendo disculpas.

Hoy habíamos planeado hacer un picnic con todos en una hermosa colina que Camila nos había recomendado.

Mikey me había explicado lo que ocurrió en Rusia, pero sentí que omitió algunos detalles. Aunque lo entendía, solo quería protegerme y, además, seguía molesto por lo del chico.

— Amor — apoyé mi mano en la suya, que descansaba sobre mi muslo.

— Dime — me miró de reojo por un momento y luego volvió a concentrarse en la carretera.

— Estás muy guapo — dije, admirando a mi novio. Llevaba una camisa de rayas azul marina de manga corta que dejaba ver sus brazos musculosos, sus tatuajes de tinta negra y las venas que se marcaban con el sol. Su cabello negro teñido estaba recogido en un moño, ya que lo tenía bastante largo.

— Gracias — respondió. Al detenerse en el siguiente semáforo, me miró y le lancé un beso juguetón para ver su reacción.

Arqueó una ceja sin apartar la mirada de mí y pasó una de sus manos por mi mejilla, rozándola levemente con sus dedos.

— He decidido ponerle protección a tus padres — dijo mientras volvía a arrancar el auto y apoyaba su mano en mi muslo.

— ¿A mis padres? ¿Por qué? — me sobresalté ante la noticia.

En cierta medida entendía la preocupación, dado que al estar involucrada con Mikey, mis problemas también afectan a mi familia.

— Alonso siempre ha jugado sucio con su familia. Imagina lo que podría hacer con quienes no lo son.

— Entiendo, pero ¿por qué mis padres? ¿Qué tienen que ver? — mis nervios estallaron al pensar que podrían estar en peligro.

— Tú eres mi mujer, y ellos son parte de ti. Alonso podría usarlos para atraerte hacia él y luego yo tendría que ir tras de ti.

Mikey parecía tener todo planeado, como si pudiera anticipar los movimientos de su padre.

— Mikey, ahora me preocupa que les pueda pasar algo.

— Tranquila, tienen la misma o más protección que la que tenemos en casa. Nuevos compañeros de trabajo y vecinos de mi confianza, además de guardias que vigilan la casa. No les pasará nada, confía en mí.

— Amor, confío en ti, pero no en el loco de tu padre — bufé, molesta por la situación que vivíamos.

Alonso estaba causando más problemas que cuando los cólicos te sorprenden por primera vez durante la menstruación.

— Escúchame, quiero que te tranquilices. Tus padres también son ahora mi prioridad, y no les ocurrirá nada. Están bajo mi protección, tenlo por seguro.

Me sentí más calmada. No valía la pena entrar en un ataque de desesperación. Mikey sabía lo que hacía y, por ahora, lo estaba haciendo muy bien.

Nunca me detuve a pensar en lo duro que había sido para él tener un padre como el suyo. Mató a su madre, lo forzó a entrar en un mundo que no deseaba, quiso aprovecharse de Camila, y tuvo que aliarse con él para saldar una deuda. Todo eso no había sido fácil para Mikey, y en parte, me daba pena por él.

Había guardado todo su amor y alegría en un corazón negro y de plástico para no sufrir y para que los golpes de la vida fueran menos duros.

Yo, en cambio, siempre tuve una vida tranquila. Mientras él lidiaba con ese caos, yo vivía con tranquilidad en Madrid, con mis padres. Desde pequeña, me enseñaron a no mentir y a ser quien realmente quería ser. Me inculcaron valores y una alma libre, siempre limitando las cosas que podrían ponerme en riesgo. Nunca me pusieron la mano encima, aunque cometiera errores. Ellos me amaban, me aman, pero ¿quién amaba a Mikey cuando era pequeño? Su padre era un mujeriego y su madre... lo quiso, pero solo a corto plazo.

Adicto amor [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora