Capítulo 36

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Antonella

Al abrir la puerta, me encontré con dos enormes osos de peluche frente a mí. ¿Quién podría estar detrás de esta sorprendente aparición?

Los observé de arriba abajo en busca de alguna pista sobre su identidad. Los osos llevaban pantalones de traje y zapatos de vestir, lo que aumentaba el misterio.

— Emmm, ¿hola? — pregunté, con una mezcla de sorpresa y confusión. Asumí que debían ser conocidos, ya que los guardias los habían dejado pasar.

— Hola, nena — una voz familiar me hizo sentir un torrente de emoción. Apartó uno de los osos para mirarme de frente.

Mi sorpresa fue tan grande que me cubrí la boca con las manos. ¿Qué hacían aquí?

— ¡Amoooor! — exclamé, lanzándome a sus brazos sin pensarlo dos veces. Él dejó caer el peluche y me abrazó con fuerza, levantándome del suelo en un gesto lleno de ternura.

— ¿Qué haces aquí, cariño? — le pregunté, levantando la cabeza de su hombro para mirarlo a los ojos. No podía creer que estuviera allí.

— Pues te extrañé y decidí venir. Se nota que necesitabas compañía — respondió con una sonrisa orgullosa, como era su costumbre.

— Ay, sí, seguro — reí, sintiendo una inmensa felicidad. Acorté la distancia entre nuestros labios, como si el tiempo sin besarnos hubiera sido una eternidad.

Nuestros labios se encontraron y se movieron al unísono, como si el mundo a nuestro alrededor hubiera dejado de existir. Sus manos subieron por mi espalda hasta llegar a mi cabeza, mientras la otra mano seguía aferrándome a él.

Un fuerte carraspeo interrumpió nuestro momento íntimo.

Como no, era Nelson.

— Uy, hola, Nelson — dije con una sonrisa, mirando a mi amigo que no se había perdido ni un solo detalle del reencuentro.

— Hola, pequeñaja — me saludó con una sonrisa amplia.

— Cariño, ¿quién era? — preguntó Margarita, acercándose a nosotros. Se detuvo en seco y luego exclamó con alegría — ¡Mis niños!

Me aparté de Mikey para que Margarita pudiera abrazarlos. Ella se lanzó hacia ellos, besando sus mejillas con entusiasmo. Nelson le devolvió el beso, y Mikey, con su característica mezcla de frialdad y cariño, hizo lo mismo.

— Por Dios, mis chicos, ¿qué hacéis aquí? ¿No veníais la semana que viene? — preguntó, liberándolos para darles espacio.

— Sorpresa — exclamó el guapo de mi cuñado con una sonrisa traviesa.

Entraron a la casa, dejando los peluches en el suelo. Los osos eran de dos colores: uno marrón café y el otro de un tono mucho más claro.

— ¿Y esos osos? — pregunté, mirando los peluches con curiosidad.

— Uno es para ti y el otro es para Ca...

— ¡NELSON! — Camila corrió hacia los brazos de su medio hermano con tanta alegría que casi lo hace caer.

— Ay, qué bruta eres, hija — rio Margarita, observando la escena con cariño. — Estamos preparando la cena, así que llegaron en el mejor momento.

— Ahora bajaremos, pero me voy a cambiar primero — dijo Mikey, sosteniendo el peluche mientras comenzaba a subir las escaleras. Decidí acompañarlo.

Entramos en la habitación donde había pasado una semana sola. Los días se hicieron interminables sin mi amado, y el aburrimiento era constante.

Durante ese tiempo, salí con Camila y Margarita para comprar, comer y hasta visitar universidades en un intento de retomar mis estudios de Enfermería.

Adicto amor [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora