Capítulo 30

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Mikey

Llegamos a la cabaña, y Antonella salió del auto con una hermosa sonrisa en el rostro. Su expresión mostraba claramente cuánto le gustaba el lugar.

— Me transmite tanta paz estar aquí contigo — dijo, tomando mi mano y posando su cabeza en mi hombro.

— Y a mí también — respondí, levantándola en brazos mientras entrábamos a la casa.

Sus ojitos brillaron al ver el lugar, tan hermoso y acogedor como el primer día que vinimos.

— Sigue igual desde que vinimos. Pareciera que solo la limpiaban y dejaban todo como estaba.

— Es que eso hacen, la mantienen impecable para cuando tú vengas.

— Oh, entiendo — dijo, bajándose de mis brazos y caminando por el suelo de madera, que no chirriaba pero sí dejaba oír sus pasos.

— Quiero que vengamos a vivir aquí — le propuse, deteniéndose en seco al escucharme. Me miró con sorpresa.

— ¿Quieres que vivamos aquí los dos juntos, solos? — sus ojos brillaron más que antes, llenos de emoción.

— Sí, los dos juntos — confirmé, acercándome poco a poco y colocando un mechón de su cabello detrás de su oreja.

— Eso me haría muy feliz — respondió, sonriendo con ternura.

— Lo sé — dije, juntando mis labios con los suyos en un beso lento y apasionado. — Dúchate y ponte ropa cómoda mientras hago unas llamadas, ¿ok?

— Ok — asintió, subiendo a la planta de arriba. Salí al jardín y marqué a Pluto.

— Hey, hola Rayo — contestó Nelson al otro lado de la línea.

— Hola, Pluto. ¿Qué querías hablar conmigo? — pregunté, dando una calada a mi vaper.

— Bueno, es algo muy importante. Como te mencioné antes, se trata de Alonso. Según la información que tengo, está planeando algo, pero no sabemos exactamente qué.

— ¿Estás seguro? — solté el humo lentamente.

— Muy seguro. Esta vez escuché yo mismo. Hay un micrófono en su oficina y escuché cómo hablaba de raptar a alguien de la familia de Antonella para presionarte.

— ¿Y eso qué tendría que ver conmigo? — pregunté con curiosidad.

— Pues que si Antonella cede por su familia, tú lo harás por ella.

— Ya veo — dije, girando el vaper entre mis dedos. — Quiero que refuercen la seguridad de la familia de Antonella. Aumenta el número de guardias y asegúrate de que estén bien preparados. Nunca se sabe a quién podría elegir.

— Entendido. ¿Algo más?

— Por ahora, no. No le digas nada a Anto; no quiero que se preocupe.

— Vale — hizo una pausa. — Oye, Rayo.

— ¿Sí?

— ¿Qué haremos con Alonso cuando lo capturemos?

— Matarlo. La escoria como él no merece el beneficio de la duda.

— Tienes razón. Bueno, te cuelgo. Voy para la casa para reunirme con las chicas.

— Ok, hasta luego.

— Chao, Rayo — colgó.

El hecho de que Alonso estuviera preparando algo me daba un mal presentimiento. Nunca ha sido alguien que tome las cosas a la ligera; él siempre va directo a lo que le interesa, que es causar daño.

Adicto amor [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora