Capítulo 38

15.4K 703 75
                                    

Mikey

Me miró con sus ojos color marrón hermosos, bañados en lágrimas, y su mano estaba puesta en su boca en señal de sorpresa.

Ella me miró y dijo:

— ¡Sí, sí quiero!

Sentí cómo una ola de emociones me invadía y, por primera vez en muchos años, experimenté una inmensa alegría en mi corazón.

Tomé con delicadeza sus suaves y pequeñas manos y coloqué el anillo en su dedo anular. Ella sollozaba mirándome, esperando a que me levantara para abrazarme.

Pensé que me tomaría más tiempo dar este paso; me daba miedo aferrarme así a una persona y luego salir dañado. Pero Antonella era diferente; sabía que no podía dañarla ni ella a mí.

— No sabes cuánto esperaba este momento — dijo eufórica, abrazándome.

— ¿Así? — Me sorprendió lo que dijo. Pensé que quizás me rechazaría o me pediría un poco de tiempo para tomar una decisión.

— Sí, amor, en verdad tienes razón, es poco tiempo, pero siento que... que quiero pasar toda mi vida contigo.

— Y yo contigo, Presly. Bueno, mejor dicho, futura señora de Grace.

— ¡Wow, eso suena taaaan bieeeen! — exclamó, alargando las últimas palabras.

— ¿A que sí? — depositando un suave beso en sus labios, luego en su mejilla y finalmente en su cuello.

— ¿Se lo podemos decir hoy? — movió un poco la cabeza, dándome espacio para besar su cuello.

— Sí, amor, claro, como si Camila no se fuera a enterar de todos modos — dije, dando otros besitos más, suaves y cariñosos.

— Es verdad — rio — Me verá la mano y gritará — acarició mi cabello lentamente.

— Sí, así es, Camila — respondí, abandonando esa zona y acercándome a sus labios, juntándolos. Con mi labio superior moldeé el suyo, mientras ella hacía lo mismo con el labio inferior.

— ¿Y... cuándo organizamos la boda? — en sus ojos se veía el brillo de la desesperación y las ganas.

— No comas ansias, cuando pase todo este problema con Alonso, nos casaremos — acaricié su cabello rizado con la palma de mi mano.

— Está bien, amor — sonrió y entrelazó nuestras manos, comenzando a caminar por la hierba verde y escasa de la primavera.

Me guió todo el tiempo; pasamos por unas colinas, viendo algunas personas almorzar y jugar.

— ¿Dónde vamos?

— Ni yo lo sé — reímos mientras nos alejábamos hasta encontrar un lago sin gente. 

— Oh... — corrió a tocar el agua como una niña.

Se agachó, pasando sus manos por el agua cristalina, y luego la retiró sonriendo.

— Está fría — me miró y me salpicó un poco.

— Eh, quietita, señorita — reí, cruzándome de brazos y mirándola.

— Mmm... quiero entrar — desabotonó su falda vaquera corta y empezó a bajarla hasta quedar en unas bragas rosa pastel lisas. Luego levantó su blusa de tirantes roja y la tiró a un costado junto con la falda.

No quité la vista de su cuerpo que tanto me gustaba: su piel morena brillante, sus hermosas curvas, sus grandes pechos y glúteos, e incluso las pequeñas estrías en su espalda, que la hacían igual de hermosa, si no más.

Adicto amor [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora