Caderas Blancas 0.16

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Cuando desperté, estaba en un hospital, mire a la ventana, y entraban los primeros rayos de sol, un pajarillo de color verde con amarillo cantaba alegremente en esta, mientras aleteaba con una alegría inigualable, tal fue su acción que me sacó una sonrisa. 

Regresé mi vista hacia dentro de la habitación, y lo primero que hice fue ver mi rodilla, ya no tenía el fierro, estaba vendada, cosa que agradecí como nunca. 

Una doctora entró a la habitación hablando por teléfono, colgó y me miró fijamente, sin decir nada. 

—¿Por qué?—mi mirada se torno a una de confusión—¿Por qué tuvo que engañarla? Tanto que lo quería—mi confusión aumento, pero ella no lo notaba—Que poco hombre es—

—Disculpe, creo que esta equivocada—

—¿No es usted el joven Armando?—comencé a reír levemente. 

—No—

—Hay, enserio una disculpa—comencé a reír un poco más elevado pero levemente—Entonces usted es Gonzalo, ¿Cierto? Bueno, con ese nombre lo registraron—asentí con la cabeza—Bueno, entonces con usted solo es avisarle que la herida no perforó algo de suma importancia, no, nada por el estilo, tuvo muchas suerte, si hubiera una ligera inclinación, podría hasta perder la rodilla—

—Bueno gracias—

—Bueno es todo, me despido—

—No por ser gay, soy poco hombre—la doctora salió de la habitación riendo por mi comentario. 

Me recosté en mi camilla, me relaje un poco, y dejé que mi cuerpo se relajara, pero el recuerdo regresó a mi. 

—¿Dónde está Eduardo?—me senté en la camilla y a mi lado había una silla de ruedas. 

Como pude la abrí y después me senté en esta, no podía doblar mi rodilla, por lo tanto tenía que mantenerla siempre recta, fue incómodo acostumbrarme a andar en esta. 

Practiqué un poco en mi habitación y después salí de esta. 

Algunos doctores pasaban por mi lado sin decir nada, algunos otros decían comentarios que no escuchaba con exactitud. 

Paré cuando vi a una doctora saliendo de una habitación. 

—Dusculpe estoy buscando a mi pareja—

—Claro, acompáñeme—se colocó detrás de mí y comenzó a guiarme hacia un computador—Nombre—coloco unos papeles en la mesa y me miró fijamente. 

—Eduardo, Eduardo Martinez—comenzó a escribir y después salió el resultado. 

—Habitación 512, ¿gusta que lo lleve hasta haya?—

—Si no es mucha molestia, es complicado moverse en silla de ruedas—Río un poco, tomó sus cosas y se colocó de nuevo detrás de mí, empujando la silla hacia el elevador. 

Llegamos al último piso y comenzó a buscar la habitación, al encontrarla la abrió y estaba Eddy leyendo un libro, en sus pies estaba Luna dormida con las orejas levantadas. 

—¡¡Flaco!!—al verme se le iluminó la mirada, cerró el libro y se levantó sin problema alguno de la camilla, se acercó a mí y estando ya cerca nos abrazamos como nunca. 

—Que tierno, bueno, me retiro, los dejo a solas, bye perrito—la doctora o enfermera salió del cuarto dejándome solo con Eddy. 

—¿Que te paso en tu rodilla?—

—Durante el choque se me enterró un fierro, nada grave—

—Aja, nada grave, a ti se te cae una mano y dices que no es grave—comencé a reír por el comentario de Eddy. 

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