Times Of Tears

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OK NOT BE OK - DEMI LOVATO & MARSHMELLO

Lágrimas, eso era lo que mejor describía a Merlí. Una vez que todos dormían, aprovechaba para llorar en silencio, acostada en su cama. A su lado dormía su hermana menor, pero eso era lo de menos; ella jamás despertaba, y Merlí no hacía mucho ruido al llorar. Sentía demasiadas emociones, y una de las consecuencias de todo esto era que se enfermaba. Su temperatura depresiva era el continente antártico; tocar su mano era sentir hielo. Siempre ocurría cuando se ponía mal.

—Ponte un suéter, Merlí. Tienes las manos frías —le dijo su madre una noche.

Merlí no respondió, simplemente se puso el suéter, aun sabiendo que no funcionaría. Al día siguiente, se levantó con menos ganas de vivir de las que ya tenía. Simplemente no existía un día mejor, ya que cada día empeoraba su vida, y ella lo sabía.

—Soy más rara que el peor alien—dijo sin ánimos, dejando su mochila en la silla.

Se sentó y recargó su cabeza en sus brazos. De la nada, los malos recuerdos volvieron: su infancia, sus primeros años siendo sacada de su casa, las desconfianzas y exclusiones, las cicatrices físicas y emocionales persistían en su pequeño mundo creado por heridas de una pequeña niña. A los tres años, su tía la había sacado de su casa, argumentando que le pertenecía. Su abuela había dejado la casa a su padre, pero eso no importó. A los cinco, todos desconfiaban de ella por ser curiosa. A los siete, sus "amigas" la excluían por no ser como ellas. A los ocho, una amiga la empujó y le dejó una cicatriz en la barbilla. A los nueve, fue excluida de los grupos de amigos por una niña que se creía la líder. A los diez, su vida se llenó de hipocresía, y a los once, todo se derrumbó. Un amigo cercano se mudó, dejándola sola de nuevo. A los doce, otro amigo traicionó su confianza. A los trece, sus padres tuvieron problemas con la escuela, y su padre fue criticado públicamente. A los catorce, demostró su valía académica, pero el odio persistía. A los quince, logró entrar a la prepa, pero la ansiedad y la depresión la atraparon tan pronto como lo hizo. 

—¿Por qué yo tengo que ser siempre el maldito punto de concentración de los problemas? —se preguntaba una y otra vez—. ¿Hasta cuándo voy a ser feliz?

En la entrada del aula, alguien la escuchó cuando apenas entraba.

—Maldita vida, ya deja de joderme —golpeó la mesa con odio mientras seguía llorando.

Un chico se acercó y tomo de su hombro para asegurarse de que aquel golpe a la mesa no hubiese causado alguna lesión. Merlí se asustó y le dio un codazo en el abdomen, sacándole el aire. Al darse cuenta de lo que había hecho, se levantó rápidamente y trató de acercarse a él.

—Lo sien...

—No, no, no —intentó recuperar el aire—. Fue mi culpa.

La chica miraba preocupada al chico.

—Ay, en serio lo siento, es que... Me asusté y estaba distraída —Merlí trataba de ver si realmente estaba bien. Sabía que golpeaba fuerte, pero jamás había golpeado a un desconocido.

—Fue mi culpa —el chico se sostuvo de una silla.

—¿En serio estás bien? —le preguntó Merlí.

—Sí, aunque la pregunta ¿no debería de ser al revés? —ella le miró confundida.

—¿Te refieres a "neib satse oiresne"? ¿Así? —el chico suspiró y sonrió con gracia ante lo pequeña que se podía ver cuando no entendía las cosas.

—No, eso no —se rio de las locuras que decía—. ¿Estás bien? —señaló las mejillas mojadas de lágrimas de la chica.

Merlí pasó su mano por su rostro y, al sentir las lágrimas, las recogió rápido y puso cara seria.

—Sí, estoy bien —agachó la mirada, tratando de volver a su lugar.

Él la tomó de la muñeca con delicadeza y sonrió, pero ella se sintió cohibida y retiró la mano rápidamente, pensando que él podría ser igual que las personas en sus sueños.

—Incluso está bien que digas que no estás bien. No tienes que fingir que lo estás por apariencias —le sonrió con ternura.

—No te conozco —dijo Merlí, intentando mantenerse firme—. ¿Por qué te importaría?

—Porque sé lo que es sentirse solo —respondió él, mirándola con comprensión—. Y sé lo difícil que es llevar todo el peso uno mismo.

Merlí lo miró, intentando discernir si sus palabras eran genuinas o simplemente otra trampa de la vida para herirla más, sinceramente era una miedosa, al haber visto la actitud de él en sus sueños y con una sola vez de hablarse, no le quedaba dudas de que desearía alejarse, no sabía lo que vendría y eso no le gustaba.

—No necesitas fingir conmigo. Si quieres llorar, llora. Si quieres gritar, grita. Estoy aquí, y no me voy a ir.

Las palabras del chico resonaron en el corazón de Merlí. Aunque no lo conocía bien, había algo en su mirada que le daba una pequeña chispa de esperanza. Ella se sentó de nuevo, aún dudosa, y él se sentó a su lado, respetando su espacio.

—No tienes que decirme nada ahora —dijo suavemente—. Solo quiero que sepas que estoy aquí. Y que no estás sola, aunque así lo sientas.

Merlí miró al chico, y por primera vez en mucho tiempo, sintió una pequeña esperanza. No sabía si podía confiar en él, pero su presencia, aunque fuese momentánea, le dio una tregua en su batalla interna. Y eso, para ella, ya era algo significativo. Vivía en su propio infierno, donde los miedos eran sombras incapaces de dejarle ver un solo rayo de sol. 

- No me siento bien - admitió al chico mientras miraba a sus manos sobre su regazo - siento que nada está saliéndome bien y no me gusta.

A la mañana siguiente, Merlí se levantó sintiéndose un poco más ligera, aunque todavía cargada con el peso de sus problemas. Se dirigió a la escuela con la misma sensación de siempre: una mezcla de miedo, ansiedad y desesperanza. Sin embargo, algo en su interior había cambiado, algo que ni siquiera ella misma podía describir o distinguir, pero estaba bien, algo en ella por fin estaba bien.

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You're EnoughDonde viven las historias. Descúbrelo ahora