𝗙𝗮𝗹𝗹𝗶𝗻𝗴 𝗳𝗼𝗿 𝘆𝗼𝘂 | 𝐂𝐚𝐫𝐥𝐢𝐬𝐥𝐞 𝐂𝐮𝐥𝐥𝐞𝐧 |

Capítulo veintiuno

Estaba en un prado, el cielo parecía no existir y el fresco pasto no parecía decidir que color elegir.

Me sentía encerrada por algún motivo, aún viendo toda la masa infinita de mi alrededor. Quizá eso me abrumaba, tanto vacío interminable me hacía sentir atrapada.

-Pareces asustada.- habló el ave.

-¿No te da miedo el infinito?- le pregunté, recostada en el colorido suelo.

-No me puede dar miedo algo de lo que soy parte.- respondió.

-¿A qué te refieres?- volví a cuestionar.

-La nada y el todo, somos parte de ello, existimos incluso cuando nada existe, somos más de lo que tus ojos mundanos pueden percibir, linda Liz.- no le dije nada, solo seguí mirando la inexistencia.

Tenía demasiadas preguntas para el pequeño pájaro posado ahora en mi rodilla alzada, quieto con su mirada fija en mi rostro.

¿Que era? ¿Donde estaba? ¿Por qué yo? ¿Por qué ahora? ¿Que significado tenían sus palabras?

-Mis palabras solo son eso, palabras.- no creo haber hablado en voz alta.- Pero su significado, la comprensión que puedas tener hacia ella no es algo que se pueda explicar, es algo que tú aprenderás.- sentí un pequeño escalofrío pero lo ignoré, después de todo que supiese mis pensamientos no era lo más extraño.

-¿Podrías al menos tratar de explicar?- ahora lo miraba, sus ojos exclamaba ingenuidad, pero por más simple que parecía, está ave no era un ave común.- Quizá ser más concreto o concreta, no sé que eres realmente.

-Responderé una de tus preguntas, pero contando que ya te hablé sobre mis palabras, tendrás que esperar hasta la siguiente vez que nos encontremos.

-Pero, ¿Cuando será eso?- dejándome con la palabra en boca, el pájaro había partido.

El suelo comenzó a agrietarse abruptamente, caí en una de estas y como lo fue la última vez, el pitido en mi oído y la luz al final de mi caída cegandome se hacían presentes, haciéndome despertar agitadamente.

Capítulo veintiuno: el incidente

La brisa se sentía más fresca, la llegada del otoño estaba cerca y las hojas con tonalidad amarillenta lo habían anunciado.
Envidiaba a Bella por tener un cumpleaños a unos días del otoño, una época tan maravillosa.

Subía las escaleras a toda prisa con el cupcake en mano, sin preguntar o tocar la puerta de la castaña me adentré de manera tosca y sin cuidado de su privacidad.

-¡Feliz cumpleaños, Bella!- me abalancé a rodearla con mi brazos fuertemente.- Vamos, pide un deseo, anciana.- le dije en cuanto me separé, señalando a la pequeña vela que portaba el cupcake.

-No soy tan vieja.- se quejó y soplo la vela.

-Tener más años que yo te hace ser más vieja, por lo tanto me da el derecho de decirte anciana.- contradije.

-Es solo un año, Liz.- me miró mal, pero la ignoré.

Era su cumpleaños y por alguna razón eso siempre me emocionaba, era emocionante festejar cumpleaños y simplemente animar a una persona por haber nacido.
Quizá era una compensación por eso mismo, nacer no es exactamente una alegría todo el tiempo.

A Bella no le gustaban los regalos por algún motivo, respetaba eso así que acordamos no regalarnos nada que durará más de un día, algún pequeño detalle como el pastelito que le acabo de dar estaba permitido.