𝗙𝗮𝗹𝗹𝗶𝗻𝗴 𝗳𝗼𝗿 𝘆𝗼𝘂 | 𝐂𝐚𝐫𝐥𝐢𝐬𝐥𝐞 𝐂𝐮𝐥𝐥𝐞𝐧 |

Capítulo veinticinco

Capítulo veinticinco: La charla.

—¿Este es el ser que tú dices te atrapó el otro día?—cuestionó el señor mirando a Sam Uley.

—¿El ser?— repetí sintiéndome insultada.

—No parece mágico, para mí. Es solo una niña.

—Hablo enserio, hizo crecer las raíces de la tierra hasta atraparme.— repitió intentando que le creyera.

—Que lo haga de nuevo.— dijo ahora mirándome.

Ambos esperaban alguna respuesta de mi parte, pero no sabía que hacer, no sabía cómo hacerlo en un inicio, ni siquiera sabía si realmente había sido yo.

—Yo... no sé hacer eso.

El señor volteó a ver al moreno con una ceja alzada.

—Vamos, sí sabes, solo repite lo de esa noche.— insistió.

—Ni siquiera sabemos si yo lo hice.

—Eras la única persona conmigo, es obvio que tú lo hiciste.— solo me quedé parada y el viró los ojos.— Concéntrate e inténtalo ¿sí?

Asentí e hice caso, intentando imitar mi sentir de esa noche y visualizando lo que pasó, traté de repetir lo de las plantas.

Pero nada sucedió.

Sam Uley bufó.

—La magia que describiste era de brujas, seres que existen desde hace milenios, poderosos e intimidantes.— habló viendo a Sam.— Y está niña de aquí, te aseguro es común.

¿Brujas? Sin duda no era yo entonces.

El señor se fue dejándonos solos.

Uley me miró tallandose la cara en frustración y solo me crucé de brazos rogando internamente a que mi amigo ya apareciera, no me sentía cómoda estando entre desconocidos a pesar de no sentirlos desagradables.

Me quería ir ya.

Quería que me dijeran que sucedió esa noche en el bosque.

Quería que el aire no estuviese tan fresco.

Quería que esa estúpida ave ya no se apareciera en mis sueños.

Quería que el suéter no rozará tanto mi cuello.

Quería estar en mi casa con papá viendo el baseball.

Quería que mis manos no estuvieran tan sudadas.

Quería poder respirar normal.

Pero lo que más quería hacer era desaparecer todos mis sentimientos.

Debería estar en casa llorando como Bella, no en una reserva extraña, con extraños, buscando algo que quizá ni siquiera fue mi culpa.

—¿Liz? ¿Estás bien?— mi realidad apareció de golpe cuando sentí a Karl sujetando mis hombros.

Ví a mi alrededor y no estaba con Sam, ni en el mismo lugar.

—¿Y Sam?

—Le dije que se fuera, estabas hiperventilando y repitiendo "Vámonos".

No le dije nada.

—Te llevaré a casa ya.— me sonrió.— Por cierto, estás helada, toma.— me extendió su chaqueta y me la puse, le devolví la sonrisa y nos dirigimos a su motocicleta.

Caminando solo me enfoque a ver los árboles, la reserva estaba escondida entre naturaleza y eso era simplemente bello.
Me calmé de solo ver mi alrededor.

—¿Sabes?— hablé.— En realidad la reserva es muy linda.

—Si, bastante.

—Quizás en otra ocasión menos abrumadora te acompañe, si no te importa, claro.

—Claro que no, solo dime y venimos cuando quieras, hay varios lugares que son geniales.— llegando a su motocicleta él volteo a verme y preguntó.— ¿Que es lo que ibas a hablar con Sam?

Algo dentro de mi me decía que no le contara.
No era desconfianza, sino que no lo comprendía y era confuso, prefería no hablarlo justo ahora.

—Solo algo del día que Bella desapareció, nada importante.

Él no siguió hablando y solo tomamos camino a mi casa.