Capítulo; Trigésimo S/egundo.

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Al final, todos y cada uno actuaban con una intensa pena y una profunda alegría, los padres abrazaban a sus hijos, los hermanos mayores a los hermanos menores, toda la servidumbre estaba pensante, supongo que extrañan sus hogares. Me voltee unos minutos, mientras aún estaba en el escenario para ver a la familia real. La Segunda Reina parecía fría pero conforme, ninguna emoción broto de su cara más que un susurro, "Buen trabajo". En cambio, el Rey se veía afectado, bastante, al toqué de la Reina la empujó lejos sutilmente y con la mirada fija en el suelo, se retiró en silencio. Ahora, controlar a la multitud dependía de la Segunda Reina.

Sus palabras y sus acciones denotaban superioridad y elegancia, casi parecía inquebrantable e indómita. Llamo a todos a la reflexión con las más sabias y adecuadas palabras, haciendo hincapié en que los corazones y voluntades de los que nos precedieron estarán con nosotros. Que habilidad más sorprendente, en cosa de minutos, controló a la perfección a la multitud.

Creo que nada es más claro, que las mismas palabras del actor intelectual de esta ocasión - Dijo extendiendo su mano hacia mi. Que astuta, esto no solo eleva el prestigio de los Cardaellaine, sino que eleva las buenas opiniones hacia la reina y, además, afianza su vinculo con la única familia de Archiduques del Reino. Fortaleció su posición y la de la Realeza y generó vínculos cooperativos, como se esperaba de la que ahora es Reina.

No soy digna ni siquiera de mostrar mi rostro ante usted, la compañera del escogido por los dragones - Le dije mientras me postraba en el suelo en señal de total humildad. Miré a Edward y recordé que aún debo trabajar. Rasgué mi vestido de tal manera que formé un trozo medianamente recto de tela con el cual cubrí desde mis hombros hasta mi cabeza de forma recta, como se acostumbra hacer aquí - Si Su Gracia ha tenido la benevolencia de pedirle el habla a criatura tan impura, de esta manera, ruego se me permita dirigirme a Usted en esta forma.

Adelante.

Gracias, Su Majestad - Extendí mis palmas de tal manera que pudiera observarlas y comencé a hablar - Para nosotros, esta noche no es solo una noche en la que se conmemora la Santidad de la niña de los Dragones Asterana, sino también una ocasión para conmemorar la humanidad misma, los caminos del alma humana que se conectan con los cielos a través de la voluntad de los Dragones, pues escrito está en sus legendas que el mayor deseo de uno de ellos es que la humanidad logre amar. De esta manera, no queríamos solo conmemorar a la niña, sino a los vínculos que nos entrelazan entre nosotros, la manera en cómo la red del destino es tejida.

- Lo que la humilde niña dice es cierto - Dijo el Arzobispo - Es palpable la devoción a la creencia de los Dragones en cada una de sus palabras.

No hay más piedad ni más verdad que aquella que dio origen a la existencia misma. Entonces, por conclusión, no podemos definirnos a nosotros mismos sin el apoyo de aquellos que nos rodean. Por tanto, y si Su Santidad me lo permite.

- Adelante. Estoy seguro que hablaras con devoción en la creencia.

- A todos a quienes mi voz puede alcanzar. En esta noche de Asterana, no solo celebremos a todos los que tenemos y a todos los que perdimos, también alabemos a Mniphobeath la cual nos a dado el amor del cual provienen todas las emociones. Celebremos la piedad de darnos la capacidad de amar a quienes están con nosotros, a aquellos que ya partieron, y a la los que están por venir. ¡Celebremos a viva voz la piedad de Mniphobeath!

- Con verdad has hablado.

Todos elevaron sus copas y brindaron en un fuerte estruendo. Su majestad y el Arzobispo querían acercarse a mi en cuanto baje del escenario, pero fui más rápida y conseguí dejar aquella celebración mucho más temprano que tarde, aunque lo siento por Euhemeros y Edward, quisiera haberlos visto más pero con el cara de papa cerca ni en sueños podría. Además, los nuevos recuerdos ... Me avergüenza incluso pararme frente a ellos.

Mi destino como Villana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora