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— No deberías estar aún en casa. — Al ver como mi padre alzó la ceja me corregí. — Se supone...

— ¿Así que esto es lo que haces cuando no estoy en casa? Te traes chicos y los machacas, ¿Eres una especie de viuda negra ahora?

— Es para lo que me has entrenado, no?

— No lo parece. — Sanzu interrumpió nuestra charla, parece que la bienvenida que le ha dado Daichi no ha sido suficiente.

— Ya puedes agradecerle a tu dios de que no te haya matado. — Se acercó a él y le puso un trapo en su boca. — Ve rezando. — Dijo mientras daba toques a la sien de Sanzu.

Después de que nos encontrara así él hizo el resto, a su manera claro. Lo ató a una silla, eso después de recibir sus puñetazos. Si cualquiera nos viera... Teniendo a un chico ensangrentado, atado y ahora amordazado en nuestro salón.

— Podríamos ser acusados de secuestro, eso pueden ser unos diez años de cárcel.

— Mira que eres aguafiestas, hay que ser dramático para acusarnos de tal cosa, no crees chico? — Dijo acercándose a él. — Porque si dices algo al respecto, si te vuelvo a ver cerca de mi hija no volverás a ver la luz del día. Ahí si que te secuestraré y torturaré hasta que me cansé de limpiar el desastre que haré. — Le quitó la mordaza y liberó, empujándole fuera de la casa.

— Puedo ocuparme sola.

— Claro, para eso te he entrenado, no?

— Pues tienen razón... De tal palo tal astilla.

— A mi me lo vas a contar. — Dijo llevándose la botella de cerveza a la boca para darle un trago largo.

𝐈 𝐖𝐀𝐍𝐍𝐀 𝐁𝐄 | 𝖳𝗈𝗄𝗒𝗈 𝖱𝖾𝗏𝖾𝗇𝗀𝖾𝗋𝗌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora